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Carlos Amorales expone en el Museo Amparo de Puebla

En el Museo Amparo de Puebla se expone una muestra de este humor “amoral”, una suerte de retrospectiva tempranísima (curada, por cierto, por Michel Blancsubé, curador de la Colección Jumex, aquí en un proyecto totalmente independiente).

El título es excelente: “Vivir por fuera de la casa de uno”. Es decir, mirar lo que uno ha habitado siempre desde afuera, sin juicios, con inocencia. “La casa” es en este caso la obra de Amorales revisada por él mismo y Blancusbé y, sobre todo, el pesado pasado prehispánico que todo mexicano lleva consigo.

Que se haga en el Amparo es significativo en varios niveles.

Primero, porque en los últimos años el Amparo se ha vuelto sede del arte contemporáneo nacional, aquí nació la celebrada Lágrimas negras de Betsabée Romero, y estuvo la maravillosa Pintura en obra de Yishai Jusidman, ha estado presente la obra de Julio Galán y la de Jan Hendrix. Que Carlos Amorales exponga aquí él solo lo confirma como uno de los artistas mexicanos que uno debe seguir.

Segundo nivel: el Amparo posee la segunda colección más importante de arte prehispánico, sólo después del Museo de Antropología. Lo cual es trascendental para Vivir por fuera de la casa de uno.

Aquí comienza la explicación del chiste: Vivir por fuera… es la aproximación de Amorales al nacionalismo. Nuestros artistas contemporáneos han siempre marcado una fría distancia del discurso mexicano a la Diego Rivera o Rufino Tamayo. Nada de serpientes emplumadas (a no ser que sea como comentario sarcástico).

Amorales lo dice muy bien: “En el arte prehispánico hay algo que no acabo de entender, que no me pertenece”. En general esa es una postura común a todos los mexicanos:¿sabe usted algo de Kukulkán que no haya leído en su libro de texto de la primaria? ¿Tiene usted una relación personal con Huizilopochtli?

Normalmente la herencia prehispánica nos resulta, por decir lo menos, intimidante. En Vivir por fuera… Amorales decidió agarrar a la serpiente emplumada por el rabo. Usando la colección de objetos precolombinos del Amparo, se divirtió de lo lindo descubriendo formas, colores, personajes. Todo visto desde la perspectiva de quien quiere olvidar todo lo que la SEP le enseñó.

El resultado de este juego y esta exploración es “La hora nacional”, un videoarte narrativo que usa como protagonistas a muñequitos con cara de olmecas o mayas o mexicas o una mezcla de todos. Como dice el propio Amorales, al ponerles color a estos figurines que todos hemos visto en libros o en vitrinas de museo, se convierten en juguetes. Pierden toda solemnidad. Nos recuerdan que alguna vez en las arenas de la historia, esas mismas piezas fueron arte contemporáneo.

El resto del recorrido se completa con obras importantes de la carrera de Amorales que por primera vez se exponen juntas en México, como el filme Conversación con Rey rosas, donde Amorales explora el mundo de la lucha libre y el mural-espejo One Mile String expuesto hasta ahora sólo en París y Nueva York.

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