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La leyenda de un soldado y un santo

Su oración pide por su ánima solitaria al padre, hijo y espíritu santo, como personas divinas en favores difíciles.

 

“Ánima de Juan Soldado por motivos muy ciertos y con mi corazón rebosante de fe en tu inmediata ayuda vengo a confiarte todas las penas que me atormentan moral y materialmente…” pronuncian señoras, migrantes, madres e hijos  que se hincan frente a su tumba.

 

Hoy después de ochenta años de ser acusado de violar y matar a una niña en Tijuana; Juan Soldado es un santo al que se encomiendan los creyentes, cuando están ante un caso difícil de salud, justicia, dinero o negocios.

 

Su culpabilidad e inocencia jamás comprobadas lo han convertido en fuente de devoción para la gente local de la frontera de México.

 

Se le atribuyen milagros de curar enfermedades, socorrer a los migrantes en cruzar ilegalmente la frontera y proteger a los narcotraficantes.

 

La tumba de Juan Soldadito, como le dicen sus feligreses está llena de ofrendas religiosas que colocan a su alrededor en agradecimiento a su petición o favor concedido.

 

Su imagen se vende como si fuera un santo reconocido por la Iglesia, y la gente la lleva a las iglesias pidiendo al cura su bendición con agua bendita.

 

Así, la gente le pide en cartas que cuelgan en las dos pequeñas capillas dedicadas a Juan Soldado, en el viejo panteón de Puerta Blanca, en Tijuana por el cuidado de sus familias o propio.

 

En la primera capilla se dice que está sepultado y la otra funciona como altar para el soldado, asesinado injustamente como creen sus feligreses.

 

 

En ambas la imagen que se venera no corresponde con la fotografía que se conoce de él. En la imagen venerada aparece un militar a un lado de una mesa que sostiene un Cristo crucificado, cuyo mensaje subliminal es: “Lo mataron por ser creyente”

 

Entre la leyenda y la historia Juan soldado es hoy un santo al que recurren con mayor frecuencia los migrantes, madres e hijos con la esperanza de un milagro 

 

 

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