Casualmente en el pasado mes de agosto, el día veintiocho, fiesta de San Agustín, fue la ocasión primera en que se sirviera tan colorido guiso, y precisamente como festejo al onomástico del recién nombrado emperador Agustín de Iturbide quien visitaba la cuidad de Puebla; el chile -acaso la especie más significativa de nuestra cocina- es envuelto por una salsa de nuez color blanca, a la que se añaden los alegres destellos de la granada, logrando así amalgamar el verde, blanco y rojo: nuestros colores nacionales, formándose así la historia de uno de los platillos más exquisitos y representativos de la cocina mexicana.
