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Retablos de Tlacolula, Oaxaca recuperan su esplendor.

Resultado de dos años de trabajo de restauración, cinco retablos, diversos relieves barrocos y 14 pinturas de mediano y gran formato de la Capilla del Santo Cristo, en el municipio de Tlacolula de Matamoros, Oaxaca, fueron atendidos por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), con lo que se concluye la primera etapa de conservación de este patrimonio cultural creado en los siglos XVII y XVIII.

Se trata de labores desarrolladas desde 2009 y que culminaron hace unas semanas, en atención a la solicitud hecha por la propia comunidad, con el fin de rescatar el legado artístico e histórico de más de 250 años de antigüedad que resguarda la pequeña capilla, la cual fue construida por la orden dominica -posiblemente en el siglo XVI- y que se ubica a un costado del Templo de Nuestra Señora de la Asunción.

Lilia Rivero Weber, coordinadora nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, informó que “el Instituto en su compromiso con las labores de conservación, protección y difusión de los bienes culturales del país, ha invertido hasta el momento 5.2 millones de pesos en la atención de esta destacada joya arquitectónica del arte barroco de Oaxaca”.

En este sentido, abundó, las tareas de restauración comenzaron hace dos años con la realización de un diagnóstico de las causas y deterioros de las obras novohispanas, la planeación del proyecto integral de restauración y, finalmente, las labores in situ de conservación de las piezas, efectuada de mayo a diciembre de 2011. Dichas acciones corresponden a la primera temporada de trabajo.

La restauración implicó el rescate de una vasta cantidad de relieves de cal distribuidos en cúpula y paredes, la intervención de 14 pinturas de caballete de mediano y gran formato del siglo XVIII, y la recuperación estética de cinco de los ocho retablos finamente decorados con hoja de oro, que datan de principios de los siglos XVII y XVIII; lo que representa 60% de avance en los trabajos de restauración de la capilla.

El restaurador Salvador Guillén Jiménez, coordinador de las labores en el inmueble, mencionó que los relieves -con representaciones de santos, mártires, arcángeles, ángeles, cristos y vírgenes, que fueron hechos con cal y bellamente decorados con hoja de oro y pinturas al temple- presentaban problemas de suciedad, barniz oxidado o ennegrecido, repintes poco afortunados, así como algunas fracturas, fisuras, golpes e incluso faltantes y abrasión, principalmente en la parte inferior.

Ante ello, el equipo de restauradores del INAH limpió exhaustivamente las imágenes, hizo resanes con inyección de cal, fijación de partes desprendidas, aplicación de hoja de oro o de micas doradas (sólo donde fue necesario) y reintegración de color con la técnica rigatino, que consiste en el trazo de delgadas líneas de pintura en forma vertical.

“En lo que respecta a la atención de los cinco retablos -añadió el especialista-, cuatro de ellos, conformados por fragmentos de madera unidos del siglo XVIII, presentaban desfasamiento y separación de las partes, debilitamiento y ahuecamiento de la madera por ataque de termitas, abrasión de los bancos, formación de grietas por humedad, pérdida de pintura y ennegrecimiento de la hoja de oro, además de algunas fisuras y faltantes.

“Las tareas de rehabilitación de los altares se emprendieron después de haber hecho una fumigación integral de la capilla, con el fin de eliminar cualquier posibilidad de que más insectos xilófagos carcomieran la madera, posteriormente, se hizo limpieza y aplicación de resanes, se consolidaron los bancos de madera y las uniones de los bloques que conforman los retablos, y se sustituyeron secciones dañadas.

“Asimismo, se rellenaron huecos y colocaron injertos con madera de cedro, y se hizo reintegración cromática y de hoja de oro en los sitios necesarios”, indicó el restaurador Guillén Jiménez, al explicar que en el caso del quinto retablo, dedicado a la Virgen de la Soledad, y que a diferencia de los otros data del siglo XVII y está hecho con cal. “Su mayor problema era el ennegrecimiento del barniz, en gran medida por el humo de las velas, el cual se pudo quitar con solventes orgánicos que permitieron recuperar sus colores y brillo originales”.

En lo que respecta a las 14 pinturas de caballete -ocho medallones que decoran los retablos del crucero de la capilla, y seis de la nave-, estaban afectadas por barniz oxidado, rasgaduras y arrugas del lienzo, que a su vez provocaron pérdida parcial de la capa pictórica, así como daños significativos y debilitamientos de los bastidores por ataque de insectos.

“En esa serie de óleos se sustituyeron algunos bastidores y otros fueron rehabilitados, se tensaron y estabilizaron los lienzos, se hizo limpieza detallada, y reintegración de color con pinturas al barniz -también mediante la técnica rigatino-, y al final se aplicó una ligera capa protectora de barniz”.

El restaurador refirió que del conjunto pictórico destacan las cuatro obras de gran formato, con dimensiones de 2.0 por 1.5 metros aproximadamente: San Sebastián, San Juan Nepomuceno, San Nicolás de Bari, y posiblemente la cuarta sea San Isidro Labrador; de la cual aún se hacen estudios para identificarla correctamente.

Los trabajos de restauración de las obras de la Capilla de Tlacolula, Oaxaca, se basaron en una investigación histórica hecha por expertos del INAH, a partir de la cual se determinó la ubicación y colores originales de cada una de las piezas y detalles de la capilla, ya que tuvo diversas remodelaciones en los siglos XVIII y XIX.

Entre los documentos consultados para el estudio destacan los de la Fototeca de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos, fuentes bibliográficas parroquiales e innumerables fotografías de mediados del siglo XX, otorgadas por la gente de la comunidad interesada en el proyecto y en facilitar las labores de restauración.

Lilia Rivero, coordinadora nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, comentó que para 2012, se tiene proyectada la realización de la segunda temporada de restauración, en la que “se contempla la intervención de los dos retablos faltantes del crucero de la capilla, y del principal que está en el altar; de los relieves asociados al retablo principal y de las siete esculturas policromadas y estofadas de la capilla; la fumigación e integración de faltantes en los cuatro pilares del presbiterio; así como la recuperación e integración cromática de la pintura mural del guardapolvo”.

Al respecto, destacó el trabajo cuidadoso y detallado que se hará en la talla del Señor de Tlacolula -hecha en el siglo XVI con pasta de caña policromada-, a quien está dedicada la capilla; se hará retiro de polvo y estabilización de uniones, además de consolidaciones y fijados de la capa pictórica.

Finalmente la restauradora subrayó la participación de la comunidad y de las autoridades municipales de Tlacolula, así como de la Junta Vecinal “Comité Pro-Restauración de la Capilla del Señor de Tlacolula” y del párroco Salvador Cruz, “quienes de manera ardua y constante han participado en la puesta en valor de la capilla, y en todo momento han estado al tanto del minucioso trabajo de los restauradores; además se han interesado y comprometido en la conservación de las piezas artísticas y religiosas de manera permanente, al solicitar asesoría sobre los procesos correctos de cuidado y mantenimiento de las obras”.

Fuente: Cortesía INAH 

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