El Zócalo de la capital, símbolo histórico de México
La Plaza de la Constitución ha sido testigo de la historia de México. Fue, desde sus orígenes, el escenario privilegiado del acontecer de la ciudad. Dos actividades fueron, y siguen siendo, fundamentales en ella: el comercio y la fiesta.
Y es que fue probablemente usada como mercado en la época prehispánica y continuó así durante los periodos colonial e independiente.
En este espacio tuvieron lugar las fastuosas fiestas del Centenario de la Independencia, el inicio de la Revolución, la trágica asonada de Victoriano Huerta y las celebraciones del México postrevolucionario.
Hoy, entre muy disímbolos propósitos, sirve también como atractivo turístico y como lugar de manifestación de movimientos sociales, que la han tomado como lugar de manifestación central.
La revista Arqueología Mexicana presenta en su último número, todo un recorrido histórico por la antigua Plaza Mayor, desde la época prehispánica hasta la independencia, y de los siglos agitados que le precedieron, hasta nuestros días.
Desde sus inicios, la Plaza Mayor fue un espacio en el que se daban cita todos los estratos sociales bajo los dictados de las autoridades políticas y religiosas.
La Plaza Mayor de la ciudad española, se construyó en la explanada que estaba entre los palacios de los reyes mexicas. “La plaza se volvió un centro, el cuadrángulo al que llegaban las principales calles y calzadas de la nueva urbe. Este arreglo urbano fue modelo para la construcción del resto de las ciudades del país”, describe la publicación.
Entre fiestas y catástrofes, la ciudad y su Plaza Mayor vivieron tres siglos de dominación española. Durante ese tiempo cambió la fisonomía de sus edificios, aunque la demarcación del espacio fue la misma que le dieron los primeros conquistadores sobre su estructura prehispánica.
Desde el siglo XVI hasta nuestros días, ha sido lugar de precesiones religiosas, desfiles militares y actos cívicos, tianguis y mercados. Frecuentes son las verbenas y fiestas populares.
En la actualidad, dice la publicación, estamos más que habituados a ver el Zócalo como un espacio monumental, y lo es en esencia por sus dimensiones y porque, salvo el asta bandera, carece de cualquier otro elemento que nos sea la pancha de concreto que le sirve de piso.