Una artesanía con reconocimiento internacional: Las calaveras de la familia Linares
Texto y fotos: Carlos Henze
Los célebres “alebrijes” (animales de extrañas formas, plenos de colorido), y las ya famosas calaveras (que tanto gustaron a Diego Rivera, Guadalupe Posada y varios surrealistas franceses): sus “toritos”, “los judas”, “las piñatas” y tantas otras figuras de cartón, que pueblan el mundo fantástico y mitológico de la familia Linares, constituyen una de las más bellas obras artesanales en el país.
Don Pedro Linares, creador de estas fantasías plásticas, con más de setenta años de edad y sólo un año de estudios, “pero cuando se estudiaba”, relata que es “cartonero artesanal” desde que tiene uso de razón, técnica que heredó de su padre, quien también fue “judero”; indica que también sus hijos trabajan en este arte: él como ellos, nació rodeado de calaveras, diablos y judas de cartón.
La obra de los Linares ha traspuesto las fronteras, siendo ampliamente conocida y cotizada en el mercado internacional de las artesanías. Sus trabajos son admirados no únicamente por medio de finas ediciones impresas, sino que también se hallan en museos y en colecciones particulares. Sobre la vida y obra de esta familia se han filmado documentales y se han escrito libros sobre sus famosos “alebrijes” (palabra que ya empieza a figurar en enciclopedias) y sus calaveras multicolores y sonrientes.
Amigo de Diego Rivera, don Pedro Linares refiere que el pintor solía visitarlo en su casa, donde aún vive (atrás del mercado de Sonora, en la ciudad de México): “Llegaba acompañado de amigos y me encargaba varios “judas”. Nada más que a él le gustaba que fueran burdos y sin perfeccionar. Siempre llegaba vestido igual: Chamarra de cuero y pantalones de mezclilla”.
Agrega que don Guadalupe Posada lo conoció en la imprenta en que éste trabajaba, en el centro de la capital: con él platicaba sobre el tema que a ambos apasionaba: la muerte y las calaveras.
Una vida llena de anécdotas, sobre la que no le gusta platicar mucho, “porque otros son los que se han beneficiado de mi trabajo, haciendo películas y escribiendo libros, y de lo cual nunca recibí un centavo”, comenta afligido.
Sin embargo, para él es imprescindible recordar sus trabajos en cartón para los divertidos bailes de disfraces en la antigua Academia de San Carlos; se encargaba de hacer máscaras, motivos alegóricos y escenografías; “es más, en una ocasión me pidieron que hiciera unos marcianos, cuando éstos estaban de moda, así que me puse a inventar marcianos bajando de su platillo volador, pero eso sí, bajaban en paracaídas”, dice sonriente.
Afirma don Pedro que él fue el primero en hacer calaveras articuladas, que “bailaban” mientras éstas eran sostenidas con un brazo por medio de un palo, en tanto que la otra mano jalaba los hilos que las hacían moverse. Acerca de la palabra “alebrije”, explica que fue un nombre que se le ocurrió, como se le pudo haber ocurrido a algún otro.
“No hay que darle tantas vueltas al asunto”, comenta sobre el origen del término “alebrije”, “ya ve, ahora la gente dice que se me ocurrió mientras yo estaba enfermo, alucinando por la fiebre, pero no es cierto, como tampoco lo es que se diga que nací en Xochimilco. Pero así es la gente, viene aquí a la casa, escuchan y luego ponen otra cosa, hasta andan criticando nuestra forma de vida; que si somos pobres, que vivimos en la miseria, en un barrio muy feo y otras cosas por el estilo”.
“Siempre nos critican –tercia su hijo Miguel-. Además, siempre andan buscándole interpretación a nuestra imaginación y a nuestros “alebrijes”. Es más, una vez, hasta un alto funcionario que vino a visitar a nuestro papá para conocer de cerca su trabajo, le preguntó: “Oiga don Pedro, acá entre nos, ¿A poco no se las truena para hacer sus muñecos?”.
“Ya no saben ni qué inventar para entender nuestra imaginación”, termina diciendo el hijo menor de los Linares, mientras se retira a dar las últimas pinceladas a una calavera que irá a una exposición en Estados Unidos y sobre lo cual expresa don Pedro: “Es que allá en el otro lado, apenas están descrubriendo la muerte, mientras que aquí en México estamos refamiliarizados con las “calacas”, porque eso sí, las calaveras son bien mexicanas”.