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Evolución de la Terapia Antirretroviral

 

 

A 31 años del reporte de los primeros casos de SIDA en el mundo, las cosas han cambiado mucho para los que hemos atestiguado esta historia. Si bien sigue siendo un problema no resuelto, una enfermedad sin una cura completa, el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) causante de esta enfermedad ha pasado de ser un agente infeccioso intratable y mortal, a ser totalmente controlable mejorando la sobrevida de las personas que lo portan. Hemos aprendido a inhibir su replicación y a evitar que nos infecte, convirtiéndose en el objetivo de una terapia antirretroviral altamente efectiva.

Los comienzos de la epidemia fueron difíciles porque la gran mayoría de los pacientes morían y no se sabía qué hacer. Al momento que aparece el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), las opciones terapéuticas para el tratamiento de virus eran mínimas; los médicos que atendíamos personas con VIH/SIDA sólo proporcionábamos cuidados mientras se combatían las infecciones oportunistas. De ahí el escepticismo inicial de algunos para contar con una arma capaz de hacer frente a un virus que se mostraba devastador. Sin embargo, muchos especialistas como el Dr. Samuel Broder confiaban en que si se suprimía la replicación del virus se podría reducir drásticamente su capacidad para dañar y es así como se llegó al conocido AZT (Zidovudina), primer agente usado para el tratamiento del SIDA. 

Los años del AZT y sus sucesores, como la didanosina (ddI), Zalcitabina (ddC) y Estavudina (d4T)  fueron complicados, ya que eran fármacos que se prescribían en monoterapias, con toxicidades importantes, siendo un gran número de comprimidos que no mejoraron la mortalidad ni la calidad de vida de las personas. Pronto se dieron cuenta los investigadores que con este tipo de estrategias terapéuticas el virus generaba rápidamente resistencia farmacológica, por lo que se ensayó el uso de biterapias, con las que se tuvieron los mismos resultados.

Fue hasta 1996 cuando se tiene una nueva clase de antirretrovirales: los inhibidores de proteasa. Al usar saquinavir, indinavir, nelfinavir o ritonavir en terapia combinada con los primeros antirretrovirales, se logró por vez primera la supresión viral completa en la sangre, pero su administración era compleja, con dosis de entre 20 y 30 comprimidos divididos en varias tomas al día, todos ellos de gran tamaño, con grados variables de toxicidad, algunos con restricciones alimenticias y requerimientos de refrigeración. Todo ello valía la pena a pesar de una subóptima calidad de vida, ya que disminuyó la mortalidad y las infecciones oportunistas. En ese año se desarrolló por primera vez una herramienta útil para valorar la eficacia del tratamiento: la carga viral, con lo que el salto fue doble.

A partir de ese momento, la evolución de la investigación no ha frenado y nuevas familias de antirretrovirales altamente activos, como los inhibidores de la fusión, integrasa, CCR5, nuevos inhibidores de proteasa e inhibidores de transcriptasa reversa nucleósidos y no nucleósidos se han ido sumando continuamente al arsenal contra el SIDA. Algunas de sus principales características es que son menos tóxicos, con menos eventos adversos y más tolerables, seguros y de fácil dosificación.

En su momento, Efavirenz también logró la supresión de la replicación vírica, en combinación con otras moléculas más potentes, seguras y con mayor vida media en plasma, como Tenofovir y Emtricitabina.

En 2006 apareció ATRIPLA, en la que se combinan en una sola pastilla 3 antirretrovirales: Efavirenz (600 mg), Tenofovir (300 mg) y Emtricitabina (200 mg). Un esquema muy potente y seguro con una eficacia y durabilidad en algunos ensayos clínicos del 80% a 7 años. Esto eliminó la tediosa pauta de un alto número de pastillas al día, evitando así muchos errores de dosificación y pérdida de adherencia por olvido.

Esto ha llevado a que la calidad de vida de las personas haya mejorado y que ahora el SIDA se considere como una enfermedad crónica controlable, con tasas de sobrevida estimadas cercanas a las de la población general.

Los médicos hoy en día estamos seguros que nuestros pacientes se pueden beneficiar de un gran número de opciones terapéuticas.

Dr. Jaime Andrade Villanueva, infectólogo, Investigador Nacional Nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SIN), Jefe de la Unidad de VIH del Hospital Civil de Guadalajara, Profesor Investigador Titular “B”, CUCS de la Universidad de Guadalajara.

 

 

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