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La Esquina del Blues y otras músicas:

Desde que los seres humanos tuvieron conciencia de sí y buscaron a La Divinidad, muchas han sido las maneras en que han tratado de comunicarse con ella. 

Quizá en la prehistoria, la búsqueda de explicación a lo desconocido, a encontrar un ser supremo, a entender el macrocosmos circundante, orilló a los hombres a intentar descubrir la manifestación sagrada en el poder del fuego, la brillantez del rayo, en el sonido incesante de las olas del mar, en el estrépito de las tormentas, en la claridad del amanecer y la penumbra de la noche.  


Y también en su interior, en el microcosmos, el hombre buscó esa conexión divina a través de los rítmicos latidos de su corazón, del pulso que lo mantiene con vida, del sonido que produce el aire que respira y que causa movimientos ondulantes en su pecho, del fluir agolpado de su sangre en sus arterias, del sonido imperceptible de las conexiones nerviosas que hace su cerebro para dar la orden de que se mueva algún músculo, y la transformación de neurotransmisores en sensaciones, pensamientos o recuerdos. 


Muchas han sido las vías en las que los hombres y las mujeres buscamos encontrar una conexión con la divinidad, con el ser supremo, con el Gran Creador. Cada quien lo hace a su manera, algunos mediante el rezo alcanzan el éxtasis espiritual, otros, a través del consumo de plantas sagradas se desdoblan hacia dimensiones paralelas; otros como los derviches, giran y giran sobre sí mismos hasta que en algún punto encuentran la gran luz que buscan, otros gritan, cantan y bailan, y en ese frenesí la divinidad toma sus cuerpos para materializarse y entregar su mensaje. 

En todas estas diversas formas el fin del camino es el mismo: alcanzar la paz interior y la comunión con el Gran Espíritu, por llamarlo con alguna de sus múltiples denominaciones. 


Y en esta época en que la tecnología nos acerca de manera tangible e inmediata al conocimiento antiguo, a ese que antes estaba disponible únicamente para los elegidos, o que sólo se adquiría mediante la pertenencia a un grupo selecto de estudios, a una fraternidad esotérica, o a través de la revelación mística individual o colectiva, ahora fácilmente está al alcance de cualquiera que quiera aprovecharlo. Aunque en realidad, siempre ha estado ahí. 


El conocimiento que ahora denominamos “oculto”, y que para nuestros ancestros era cotidiano, lo tenemos en nuestras manos, siempre lo hemos llevado dentro de nuestro cuerpo, nos rodea en donde quiera que hay aire, su medio universal de transmisión, ya que este elemento le resulta esencial al sonido. Sin embargo, nunca lo miramos, ni tampoco nos detenemos a observarnos a nosotros mismos, ¡no nos escuchamos!  

Ahora, para quienes se resisten a verlo, a escucharlo, a sentirlo, lo pueden tener a través de un concierto terapéutico de autosanación que tendrá verificativo el domingo 22 de agosto, a las 12 y a las 16 horas, en el Centro Cultural Ollin Yoliztli (Periférico Sur 5141, Col. Isidro Fabela), en el que el sonido de los cristales de cuarzo armonizarán en torno a una oración por el planeta y sus habitantes. Boletos en el 53259000.  

Continuará…

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