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La vulnerabilidad femenina frente al VIH en América Latina

Por su carácter informativo y documental, LaSalud.mx a favor de la prevención y lucha contra el VIH/Sida, se permite reproducir un extracto del estudio: “La vulnerabilidad femenina frente al VIH en América Latina”, escrito por las destacadas investigadoras, doctoras: Patricia A. Volkow Fernández, Ana E Rodríguez de Viana y Dulce A Balandrán Duarte

Resumen: Este artículo tiene como objetivo analizar las condiciones, en el contexto de América Latina, que incrementan la vulnerabilidad de las mujeres al VIH y que impactan gravemente en su bienestar. La revisión sobre la evidencia disponible y la reflexión de las autoras fue centrada en las experiencias de América Latina incluyendo la experiencia personal de las autoras de México y El Salvador en el seguimiento y atención de mujeres con VIH.

Las mujeres de la región de América Latina se encuentran en una posición de enorme vulnerabilidad y con pocos recursos de protección. Los factores relacionados a dicha vulnerabilidad las impulsan hoy al centro de la epidemia teniendo como resultado un crecimiento acelerado de la epidemia entre ellas.

El daño producido por el VIH a las mujeres no se limita exclusivamente a ellas sino se ve extendido a su familia acrecentando así el dolor y el sufrimiento de las afectadas.

Palabras clave: vulnerabilidad femenina al VIH en América Latina, VIH/sida en mujer, violencia, pobreza, educación.

Introducción

La epidemia de la infección por VIH/sida en la región de la América Latina es compleja, heterogénea y numéricamente diferente. La transmisión homo – bisexual predomina en los países de América Central, México y la Región Andina, mientras que el problema de los usuarios de drogas intravenosas es numéricamente mayor en el cono sur y en el Caribe Latino así como en la frontera norte de México. En todas las áreas se observa una tendencia al incremento en la transmisión heterosexual afectando cada vez más al grupo de mujeres ya que el número de personas infectadas no ha cesado de incrementarse. Las mujeres representan casi la mitad de los 40 millones de personas con VIH en el mundo, afectando principalmente a las que habitan en lugares en donde las relaciones heterosexuales son el principal modo de transmisión (1).

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Objetivo

Este artículo tiene como objetivo analizar las condiciones, en el contexto de América Latina, que incrementan la vul­nerabilidad de las mujeres al VIH y que impactan grave­mente en su bienestar. La revisión se basó sobre la eviden­cia disponible y la reflexión de las autoras centrada en las experiencias de América Latina incluyendo la experiencia personal de las autoras en la atención clínica de mujeres con VIH en México y El Salvador.

Aspectos Generales

Se estima que en el 2007, en la región de América Latina y el Caribe, nacieron en promedio 21.000 niños infecta­dos con VIH y que un número creciente de ellos han que­dado huérfanos a consecuencia de la muerte temprana de sus padres (1). Las consecuencias de esta epidemia, impactan no sólo sobre la salud de las mujeres afecta­das y de sus hijos, sino además, sobre el grupo de mu­jeres adultas mayores que sobreviven a sus hijas enfer­mas, muchas de ellas, madres jóvenes que mueren de sida dejando huérfanos a sus hijos pequeños e incremen­tando en ellas la carga social y económica al enfrentar­se a una nueva forma de “maternidad no deseada” que las obliga a asumir nuevamente la crianza de sus nietos (“madres-abuelas”), la mayoría de las veces, sin recur­sos económicos ni apoyo social.

 

La dinámica de crecimiento de la epidemia en el grupo de mujeres ha dependido de diversos factores (Figura 1) y no únicamente de la situación de pobreza extrema relaciona­da con la economía de los países más afectados (Tabla1). Entre estos factores se encuentran los bajos niveles edu­cativos de la población femenina; la falta en algunos paí­ses de un sistema de salud organizado y las diferencias abismales que existen, del gasto público en salud, acce­so a atención médica y la cobertura de programas pre­ventivos de salud sexual; la insuficiente supervisión de la atención médica pública y privada; la cobertura de la medicina social limitada sólo a sectores muy reducidos de la población; y los presupuestos insuficientes para el área de la salud traducido en altas tasa de mortali­dad materna e infantil (Figura 2). Otros factores socia­les de gran impacto en los casos nuevos de mujeres y niños afectados con VIH son la violencia contra las mu­jeres, niños y niñas; y la falta de oportunidades de tra­bajo que expulsa la mano de obra y empuja flujos mi­gratorios, principalmente de hombres, y que muchas ve­ces culmina en la ruptura del núcleo familiar. Desgracia­damente, muchos de estos factores prevalecen aún en nuestros países, pese a sus diferentes pesos, permitien­do que la epidemia del VIH/sida siga creciendo y afecte cada vez más a más países del área, amenazando inclu­so a algunos no tan afectados como son los países de la región andina (1).

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Discusión

Vulnerabilidad femenina frente al VIH

 

El concepto de vulnerabilidad ha sido definido desde dife­rentes posturas teóricas. Enfoques reduccionistas y esen­cialistas consideran la vulnerabilidad en salud como es­tados o situaciones de excepción que son consecuencia de la pérdida de equilibrio entre el individuo y su medio, en donde el primero se ve expuesto a un mayor riesgo, o bien, a una condición que hace más susceptible al indivi­duo de sufrir daños a la salud (2). Algunas definiciones más heurísticas aluden al proceso por el cual los indivi­duos generan en su vida cotidiana recursos para afron­tar riesgos sobre los que no tienen mayor control, pero tampoco tiene control sobre la generación de esos recur­sos. Ambas definiciones son adoptadas para el caso de la vulnerabilidad de las mujeres frente al VIH; compren­diendo la vulnerabilidad como el hecho y conjunto de hechos que ponen en riesgo la integridad misma de las mujeres antes de la exposición al VIH o lo incrementen cuando estas han sido ya infectadas, partiendo del des­equilibrio de algún aspecto biológico, psicológico, eco­nómico y social en la vida de la mujer. En este trabajo, abordamos los principales aspectos que consideramos factores clave relacionados con el tema de vulnerabili­dad en la mujer: biológicos, sociales, desintegración fa­miliar, migración, adolescencia, drogas inyectables, ser­vicios uniformados, violencia, abuso sexual, población indígena, educación, y atención específica de la mujer.

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Factores biológicos

La vía de transmisión heterosexual del VIH explica aproxi­madamente el 90% de los casos de sida y es la vía de transmisión que ha ido creciendo de manera más acele­rada. En América Latina el sexo no protegido, es la prin­cipal forma de transmisión del VIH al grupo de mujeres. La transmisión heterosexual del VIH no es equitativa en­tre los sexos, ya que parece ser más eficiente de hom­bre a mujer que de mujer a hombre, debido a que exis­tan diversos factores biológicos que la determinan (car­ga viral, la mayor superficie de exposición de tracto ge­nital femenino, la presencia de laceraciones o úlceras y otras enfermedades de transmisión sexual, etc.) (2,3,4). La concentración del VIH es mayor en el semen que en las secreciones vaginales, incrementando la vulnerabi­lidad biológica de las mujeres durante el contacto se­xual con hombres (5).

 

El riesgo estimado en parejas discordantes heterosexua­les al VIH es de 1 por 10.000 contactos, sin embargo el riesgo de transmisión hombre – mujer, estudiado en pa­rejas discordantes, parece ser de 2,3 a 17 veces más que el riesgo de transmisión mujer a hombre.

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Vulnerabilidad social

El informe de ONUSIDA 2007 (1) indica que las mujeres son particularmente vulnerables por su bajo estatus eco­nómico y social. El acceso a programas de salud sexual y reproductiva en la atención médica sigue siendo limita­do. En la región mueren 63 mujeres cada día por causa del embarazo, parto o puerperio, 27% de las mujeres embara­zadas no tienen acceso a control prenatal y 25% no tiene atención profesional del parto. Un 20% de las mujeres de América Latina tienen su primer hijo antes de los 20 años de edad y la tasa de fecundidad promedio es de 3 hijos por mujer. Existe una relación entre alta tasa de mortali­dad materna y niveles mayores de prevalencia al VIH en los países de la región (Figura 1). La pobreza se suma con la situación de desventaja social de la mujer para incre­mentar su vulnerabilidad (6) y a esto se suman los facto­res sociales, culturales y de género propios de la región, ejemplo de ello es el “machismo”.

Migración y desintegración familiar

Las condiciones sociales en las dos últimas décadas han sufrido grandes cambios. Las desigualdades de oportu­nidades para conseguir trabajo entre los países de ingre­sos altos y los países de ingresos medios y bajos han sido enormes, impulsando a millones de personas a salir de sus países y trasladarse usualmente hacia países más ricos en busca de trabajo. El establecimiento de políticas migrato­rias cada vez más estrictas en la última década por parte de estos países, ha propiciado que la migración se lleve a cabo de forma indocumentada, generalmente por vía te­rrestre, convirtiendo a México en un país de paso obligado e incrementando así los riesgos y los obstáculos en busca de oportunidades laborales para su sustento.

Aunque por un lado el flujo migratorio inicial fue sólo de hombres, pocos años después empezaron a migrar las mujeres. Según estimaciones, 2,5 millones de personas por año emigran en busca de nuevas oportunidades, y de ellas, el 25% son mujeres (7).

Las mujeres migrantes en su camino al norte se enfren­tan a situaciones de violencia y abuso de poder de las di­ferentes autoridades migratorias, traficantes de personas (“polleros”) y criminales asaltantes, incrementando, una vez más, su vulnerabilidad al VIH. Algunas se ven orilla­das al trabajo sexual o son víctimas de violencia sexual mientras otras tienen que intercambiar relaciones sexua­les con los “polleros”, oficiales migratorios o compañe­ros de viaje, para aumentar las probabilidades de tener éxito en su camino. En estas poblaciones las intervencio­nes para prevenir la transmisión del VIH resultan extraor­dinariamente complejas por lo que los logros alcanzados son hasta ahora muy limitados.

-Situación de migrantes en los países receptores

Muchos de estos migrantes terminan estableciéndose ile­galmente en el país receptor y por ello carecen de aseso­ría legal, atención médica u apoyo social frente a los abu­sos de empleadores, promotores de empleo y caseros. Las parejas y familias, viven habitualmente compartien­do espacios pequeños con varias familias y la condición de hacinamiento favorece que se rompan las estructuras y los roles familiares. Los hijos son frecuentemente aban­donados por largos periodos en el día mientras los padres salen a trabajar, creciendo frente a televisores, con poco contacto social y con falta de lazos y apego a reglas so­ciales; siempre en espera de satisfactores materiales pro­veídos por sus padres trabajadores en sociedades orien­tadas al consumo.

Al paso del tiempo, estos niños que nacen y viven en la ilegalidad al crecer y volverse adolescentes o adultos jó­venes, son presa fácil de actividades ilícitas, abusando de drogas a edades tempranas. Algunos de ellos son regre­sados a sus países y han dado origen a las bandas de jó­venes (ejemplo de ello son los llamados “maras”, que en ritos de hermandad, intercambian sangre y experimen­tan violaciones tumultuarias con mujeres). Por otro lado, las mujeres adolescentes pertenecientes a estos grupos sociales, se embarazan a edades tempranas y son detec­tadas con VIH cuando llegan a asistir a alguna consulta prenatal o en trabajo de parto. Ya diagnosticadas y pues­tas en tratamiento, generalmente son pacientes que tie­nen problemas de adherencia a los tratamientos antirre­trovirales, incluyendo el manejo para la prevención de la transmisión madre–hijo.

La exclusión social, en el país receptor o en el de origen después de la deportación, ha favorecido el surgimiento de diferentes formas de violencia social y sexual y en al­gunos países de América Central han constituido grupos con mayor vulnerabilidad al VIH donde las campañas pre­ventivas no han permeado.

-Mujeres no migrantes, esposas de migrantes

La mayoría de las mujeres que se quedan, esposas de mi­grantes, viven en áreas rurales donde el conocimiento so­bre el VIH es aún limitado, desconociendo los riesgos a los que se exponen sus esposos durante su estancia en el “norte” (tener sexo con trabajadoras sexuales sin protec­ción, abuso de drogas, otra preferencia sexual o el com­partir jeringas con “multivitamínicos” o antibióticos en­tre compañeros (8,9). Los hombres que migraron regre­san temporalmente a sus hogares donde tiene relaciones sexuales con sus esposas, usualmente sin protección, a ellas les es prácticamente imposible la negociación del con­dón o el uso de algún método de protección después de un periodo prolongado de ausencia de estos. Es frecuente que en estas visitas las esposas queden embarazadas “for­taleciendo” el vínculo con su pareja siempre amenazado por la distancia, y muchas de ellas terminan conociendo su estado de infección al VIH hasta que se diagnóstica a un hijo con la infección o en el mejor de los casos duran­te la prueba de detección del VIH en la consulta prenatal.

Adolescencia

La población de mujeres adolescentes de la región de Amé­rica Latina presenta factores que incrementan su vulnera­bilidad frente al VIH, ya que teniendo poca información so­bre sexualidad y prevención de embarazos no deseados y/o enfermedades de transmisión sexual, inician en for­ma temprana la vida sexual usualmente con hombres de mayor edad y experiencia sexual y su capacidad para ne­gociar el uso del condón está limitado o si llevan uno son consideradas “mujeres fáciles”, prefiriendo no cuidarse a ser juzgadas. Los servicios de salud reproductiva y los métodos anticonceptivos no son fácilmente accesibles a este sector de la población. Por su vulnerabilidad social es frecuente que la joven adolescente se vea sin posibili­dad de negociar con su pareja el uso de condones. El ma­chismo limita el poder dar apoyo suficiente y eficiente a las jóvenes infectadas que muchas veces son sacadas fue­ra de sus ambientes familiares e insertados en un hogar ajeno con la familia de su pareja o en ambientes de ado­lescentes asociados en bandas de jóvenes.

Evidentemente las campañas preventivas no han permea­do o tienen un impacto muy limitado en las mujeres ado­lescentes que resultan embarazadas a edades muy tem­pranas y son detectadas con VIH cuando llegan a asistir a alguna consulta prenatal o en trabajo de parto, pudiendo incidir poco en la prevención de la trasmisión madre-hijo. La actitud tan frecuente en el periodo de la vida de la ado­lescencia; que no percibe vulnerabilidad ni tiene concien­cia de los riesgos a que está expuesta. La experiencia en la clínica de atención prenatal de El Salvador, ha mostra­do que aun siendo la detección temprana, la mujer ado­lescente embarazada e infectada se encuentra en una si­tuación donde el manejo de le prevención vertical enfren­ta problemas importantes como: el pobre apego al trata­miento antirretroviral, uso de drogas; las pacientes ado­lescentes suelen tener problemas de adherencia al trata­miento favoreciendo el desarrollo de resistencia a antirre­trovirales y la posibilidad de la trasmisión a su progenie de cepas virales resistentes que limiten el tratamiento ade­cuado de los niños infectados. Esta situación es aún más difícil en los casos donde no existe un lecho familiar que otorgue un apoyo importante a la adolescente para refor­zar el conocimiento sobre la enfermedad, el apego al pro­grama de atención prenatal, el autocuidado y la adheren­cia a los tratamientos.

Es frecuente además observar en mujeres muy jóvenes, menores de 18 años, que se vean frente a hogares des­integrados y supeditadas al envío de remesas de los migrantes que radican en Norteamerica, que luego se ven mermadas por las dificultades de empleos o la creación de una nueva familia por parte de su pareja en su lugar de trabajo, con ellos migra así mismo las infecciones por VIH a una sociedad sin oportunidades de acceso a servi­cios médicos ni sociales y no es infrecuente que sus pa­rejas terminan repatriándose en condiciones terminales de la enfermedad.

Drogas inyectables en la frontera norte

El abuso de drogas inyectadas como vía de transmisión del VIH es importante en la zona del cono sur y Brasil, mientras que para el resto de la región esto representa un pro­blema focal como es la situación de la frontera norte de México. Las ciudades de Tijuana y Ciudad Juárez son re­conocidas como un foco de alarma para este problema ya que son lugares con un creciente uso de drogas inyecta­das y en donde algunas personas se quedan sólo por la disponibilidad de drogas al no poder cruzar la frontera o ser deportados de los Estados Unidos. La sola deportación se ha asociado con un riesgo mayor de uso compartido de drogas inyectables (10). Estas ciudades tienen las po­blaciones de adictos a drogas inyectadas más grandes de México, y en estas, el sexo comercial está ligado al abu­so de drogas (11,12). La prevalencia de VIH en trabajado­ras sexuales (TS) es mayor que en el resto de México al­canzando el 6% en TS que usan drogas inyectadas. El im­pacto de programas de prevención de la transmisión del VIH en ellas es significativamente menor que en TS que no abusan de drogas inyectables. En estas áreas el abu­so de drogas inyectables juega un papel importante en la transmisión de VIH a las mujeres sea como usuarias o como parejas de usuarios (13,14).

Servicios uniformados y mujeres

Las mujeres insertas en los diferentes servicios uniforma­dos se enfrentan a situaciones particulares de desigual­dad que incrementan su vulnerabilidad frente al VIH y las enfermedades de transmisión sexual. Las mujeres en es­tos servicios, aunque integradas en la línea militar, están excluidas de la toma de decisiones y muchas veces vién­dose involucradas en situaciones de acoso sexual y que en cuyo caso de atreverse a presentar una denuncia, su­fren represalias como la discriminación, la exclusión de ascensos o cambio de adscripción.

La preocupación del tema del VIH en servicios uniforma­dos no es nueva. Existen esfuerzos regionales que datan desde 1995 (15) en la creación del Comité de Prevención y Control del VIH/sida/ITS en las Fuerzas Armadas y Poli­ciales de Latinoamérica y el Caribe (COPRECOS-LAC), pre­sidencia se encuentra actualmente en la República Domi­nicana y la misión con la que fue fundado es “prevenir y controlar la infección del VIH/sida y las ITS, así como pro­mover la salud sexual en las instituciones militares y po­liciales de Latinoamérica y el Caribe realizando acciones de capacitación, información, educación y comunicación, que fomenten el cambio de actitudes y comportamientos hacia estilos de vida saludables”.

No todos los países de la región han creado su COPRE­COS a nivel país, por lo que replicar este programa pre­ventivo representa un reto para la región, de manera que toda la población uniformada tenga acceso a información y se promuevan en ellos una cultura de la prevención del VIH. El trabajo de este sector social está tan cercanamen­te ligado a toda la población, que esta estrategia de sec­tor augura tener un impacto positivo en la lucha contra esta epidemia.

Violencia

La violencia ha vivido siempre junto al hombre aunque algunas sociedades tiendan a desalentarla en la actuali­dad. Lamentablemente factores prevalentes como las des­igualdades sociales y de género, la violencia como diver­sión y la pérdida de valores sociales y familiares siguen fomentando la violencia en muchos de los países. Millo­nes de personas mueren cada año a causa de diferentes formas de violencia. En muchos países es una de las pri­meras causas de muerte en los grupos de 15 a 44 años (16). El dolor, el daño o el miedo que la violencia directa­mente produce a la humanidad son incalculables. De ma­nera paradójica, la violencia forma parte de la cultura es­condiéndose en tradiciones en cualquiera de los sectores sociales y es fuente de diversión para millones, que fren­te a las pantallas de cine o televisión ven morir, sufrir y padecer a miles de seres humanos todos los tipos de vio­lencia imaginables.

Conductas abiertamente agresivas y violentas contra las mujeres son vistas como normales en muchas socieda­des, esperando de ellas una actitud sumisa, de obedien­cia y subordinación, dejándola en total indefensa frente a éste rol. Por ende, no es esperable que en este escenario la mujer pueda pedir ni negociar el uso del condón aun sabiendo a la pareja infectada.

Una realidad en muchos países de América Latina es la que las mujeres son infectadas por sus parejas estables, en su propia casa, desconociendo el estado de salud de su pareja e inclusive sus preferencias sexuales. Es cono­cido también el hecho de la sub identificación de hom­bres que tienen sexo con otros hombres fuera del hogar, y que en ocasiones bajo los efectos del alcohol y/u otras drogas han favorecido su “no protección”. Una doble vida y el abuso de sustancias producen actitudes de violencia y explosividad y que en muchas ocasiones se vuelcan con­tra sus parejas mujeres. En estas condiciones, las posi­bilidades de que las mujeres se protejan son casi inexis­tentes, esto hace que la prevención del VIH en este esce­nario sea particularmente difícil. Por otra parte, la mujer, ya sabiéndose infectada guarda silencio por el miedo a la discriminación, el estigma y al abandono de su pareja, en ocasiones, siendo esto también, causa de no acudir opor­tunamente a los servicios de salud y a la no utilización del condón en el futuro.

Abuso sexual

La violencia y el abuso sexual exponen a las víctimas di­rectamente al riesgo de quedar infectadas. La relación se­xual forzada o con violencia incrementa el riesgo de trans­misión del VIH, ya que en estas condiciones se producen abrasiones y heridas en las paredes de la vagina o recto facilitando la entrada del virus (17). El número de perso­nas infectadas por VIH a consecuencia de una violación sexual es desconocido, no existen cifras, ya que muchas veces las víctimas no denuncian por miedo y falta de apo­yo social y familiar, aunque tampoco ha habido un interés importante para estudiar este problema y por ende estra­tegias para prevenirlo.

En un estudio realizado en 66 pacientes con VIH, en Méxi­co se encontró que el 7% de los entrevistados (18) habían sufrido violación y que ésta había sido la vía de infección del VIH. Se sabe que el uso de medicamentos antirretrovi­rales de forma preventiva después de la exposición al VIH en los trabajadores de la salud que sufren accidentes con material corto punzante, y en los niños nacidos de muje­res infectadas (conocido como profilaxis post – exposición) ha mostrado ser útil en disminuir el riesgo de infección a más del 80% (19). De ahí que a pesar de que información científica sobre la utilidad de la terapia preventiva poste­rior a una violación sexual sea escasa, es una acción pre­ventiva de la transmisión del VIH recomendado por mu­chas organizaciones (20,21). En víctimas de violencia se­xual las recomendaciones actuales, orientan a ofrecer tra­tamiento antirretroviral post-exposición además de la con­sejería y apoyo psicológico (22,23). Los programas de pre­vención de la transmisión del VIH a víctimas de violencia no están suficientemente extendidos en la región. Es ne­cesario trabajar conjuntamente con los ministerios públi­cos y tener disponibilidad rápida de antirretrovirales para disminuir el riesgo de infección de las víctimas.

Población indígena

A excepción de Uruguay, todos los países de América La­tina tienen población indígena (24). Se estimaba que exis­tían 42 millones de indígenas agrupados en 400 etnias re­presentando el 10% del total de la población de la región (25). En esta población se concentran la pobreza, discri­minación, la falta de servicios sanitarios básicos y el ac­ceso a los servicios de atención a la salud. En una revi­sión de los estudios científicos publicados en el tema de la salud en población indígena de América Latina (26), de casi 700 publicaciones, el tema de salud de la muje­res sólo representaba el 6,2% de los artículos y el tema de salud reproductiva tan solo el 1,6%. La ausencia de estudios que señalen los factores que impactan en la di­seminación de la epidemia del VIH entre las comunida­des indígenas es reflejo de la marginalidad en que viven y el desinterés de científicos y políticos de los diferentes países en el tema de etnias.

Tenemos que reconocer que las barreras de comunicación que dificultan el acceso a la información y el conocimien­to del VIH y su prevención han permitido la extensión del VIH en la población indígena de la región y donde las mu­jeres son aun más vulnerables por los usos y costumbres. Se requieren acciones de prevención, atención y sensibili­zación en este sector de la población con un “enfoque in­tercultural y de equidad de género”. De no ser así, las con­diciones de extrema pobreza, discriminación, marginali­dad y pobreza extrema prevalentes entre los grupos indí­genas de la región, pronostican que la epidemia crecerá aceleradamente entre estos grupo impactando de forma aun mayor a las mujeres.

La educación y prevención del VIH

En la lucha contra la epidemia, que hoy crece en forma más rápida que en el pasado, en las mujeres es indispen­sable estructurar sistemas educativos preparados para brindar información relevante que permitan incidir sobre roles genéricos; la modificación de actitudes; el respeto a terceras personas; prevenir las diferentes formas de vio­lencia, estigma y discriminación; y habilitar a las perso­nas para que tomen decisiones libres y responsables so­bre su sexualidad, su salud y su proyecto de vida como personas y como miembros de una familia.

En mujeres de grupos sociales con mayor grado de vul­nerabilidad resulta una herramienta útil el aprendizaje de un oficio o carrera que les permita acceder a un empleo remunerado otorgándole opciones laborales e indepen­dencia para tomar decisiones.

La educación sexual debe permitir a la mujer desde jo­ven entender su cuerpo, conocer los cambios que sufre, las emociones y necesidades que le surgen, pero además debe permitirles identificar las intenciones del otro, mane­jándolas y protegiéndose, decidiéndose con quién, cuándo y cómo iniciar o conducir su sexualidad. La educación se­xual es una herramienta indispensable en la lucha contra el VIH y que ha demostrado que no acelera el inicio de la vida sexual, reduciendo además el número de embarazos no deseados y empoderando a las mujeres en la preven­ción del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual.

La atención de mujeres con VIH

La epidemia del VIH/sida continua extendiéndose en todo el mundo, particularmente en los países más pobres y las poblaciones más desprotegidas, y a pesar de los avances desarrollados en el área de prevención, particularmente en la de transmisión madre-hijo, no se ha logrado exten­der su cobertura para que el nacer sin VIH, sea un dere­cho universal. En el 2005, sólo el 11% de las mujeres em­barazadas con VIH tuvieron acceso a la prueba de detec­ción y consejería y a la profilaxis antirretroviral (27). En el 2007 esta transmisión fue causa de una de seis nuevas in­fecciones de VIH en el mundo (28). El interés en estable­cer programas de prevención madre-hijo ha sido muy he­terogéneo entre los países de la región. En algunos se ha alcanzado el acceso universal a la prueba de detección de todas las mujeres embarazadas y en otros países es prác­ticamente inexistente.

La atención médica de la mujeres infectadas con VIH debe estar estructurada de manera integral, tratando no sólo los tema inherentes al manejo antirretroviral, sino debe igualmente contemplar el manejo de la salud reproduc­tiva, prevención de embarazos no deseados, detección oportuna de lesiones pre – malignas o malignas relacio­nadas con la coinfección por el virus del papiloma huma­no (VPH) a nivel del cuello de útero, etc. En la región se encuentran países que tienen las prevalencias más altas de infección por VPH y cáncer cérvico-uterino en el mun­do, de ahí la importancia de tener programas de detección oportuna de de cáncer cérvico-uterino en mujeres infec­tadas con VIH (29,30). La prevalencia de coinfección VIH-VPH, particularmente alta y con subtipos de alto riesgo, ha sido descrito en mujeres infectadas con VIH en Méxi­co (31). Los servicios de atención deben ser de calidad, entendidos como apropiados para las necesidades y de­mandas de las usuarias, con personal calificado, accesi­bles geográfica y económicamente, y que brinden aten­ción de manera integral e integrada.

Conclusiones

El futuro plantea grandes retos para detener el crecimien­to de la epidemia de VIH en las mujeres y el daño produ­cido a estas, poniendo en el escenario cuentas del pasado que tienen que ser saldadas desde los determinantes de servicios de salud, económicos, políticos y sociales. Los avances en el conocimiento científico y los adelantos téc­nicos, deben traducirse en beneficios sociales, y esto sólo es posible cuando se transforman en políticas públicas que impliquen la asignación de recursos en áreas prioritarias.

Por heterogéneos que sean los países de la región, com­parten valores, problemáticas sociales y formas de con­vivencia comunes para las mujeres que han hecho que la epidemia de VIH sea hoy uno de los problemas de salud más importantes de este sector de la población en Amé­rica Latina. Para combatir y prevenir sus daños se ha he­cho tarde y por ello es necesario redoblar esfuerzos para impedir que siga creciendo y empeñe aun más el futuro de nuestras sociedades.

Sin duda, se necesitan estrategias urgentes que reduz­can las desigualdades de género si se quiere detener la epidemia de VIH creciente entre las mujeres. En el as­pecto jurídico, por ejemplo, es necesario dictar leyes que protejan a las mujeres, particularmente del estig­ma y discriminación que experimentan las mujeres con VIH, además de leyes que preserven su patrimonio, su derecho al trabajo y su derecho de ser madres y de cui­dar a sus hijos.

La agenda para combatir la transmisión del VIH debe te­ner un lugar primordial en los diferentes escenarios de nuestras sociedades, educar a sus miembros de todos los rangos de edades: en el trabajo, en la escuela, en el seno de la familia, en los medios masivos de comunica­ción, en la prensa, etc., con el fin de tener una sociedad más informada que fomente la tolerancia, el respeto y promueva formas de convivencia pacífica.

Agradecimientos

Las autoras agradecen al Dr. Mauricio Hernández Avila por su apoyo en la elaboración de este documento.

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