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MO YAN, el humorista

Cuando se piensa en el premio nobel de literatura, uno supone estar ante solemnes y muy pétreos escritores. El nobel vigente, el chino Mo Yan, muestra lo contrario.

En el prólogo de la recopilación de cuentos “Shifu, harías cualquier cosa por divertirte” Mo Yan, tras narrar cómo en su infancia los niños llegaban a comer corteza y tronco de árboles y hasta carbón para sobrevivir, acepta que en parte se hizo escritor para poder comer carne todos los días. Señala que era tan hablador de niño, que su seudónimo Mo Yan significa “no hables”. Y vaya que su obra es extensa, pero plagada de humor. Como en La vida y la muerte me están desgastando.

En medio de una broma celestial, con la muerte y reencarnaciones del terrateniente Ximen Nao, Yan nos lleva por la historia reciente de China al mostrar una población rural que llega a la revolución de Mao, vive la imposición de la clase obrera y después retorna a la tenencia particular de las tierras. Partiendo del principio de que al morir somos evaluados y reencarnados según nuestra mejoría espiritual, el espíritu encargado de organizar las reencarnaciones acepta que Ximen ha muerto por error y decide reencarnarlo, pero en animales: le gasta una broma tras otra, al grado que en una de las reencarnaciones le anuncia que lo va a compensar, lo hará hijo único de un gobernante joven y adinerado, lo que le permitirá tener una vida llena de oportunidades, educación y dinero. Pero al abrir los ojos, se da cuenta que sigue en el reino animal, como un pequeño cerdo, en medio del lodo y el estiércol. Para seguir de chistoso, Mo Yan aparece citado, luego vemos que es un personaje más y, tal vez para molestar al lector, se alaba a sí mismo. Equilibra los guiños humorísticos y la barbarie de la revolución.

Entre sus recopilaciones de cuentos destaca la historia de Shifu: un obrero que a unos días de jubilarse, es despedido junto con muchos trabajadores más. ¿Le parece poco chiste?, pregúntele a cualquier maestro marchista. Este Shifu-Gutierritos regresa a su casa pensando en cómo podrá soportar a su esposa, su personal “Z” (lo insulta, lo amenaza y le quita su dinero). Casi por azar y gracias a la ayuda de uno de sus muchos aprendices, Shifu rehace un viejo vehículo abandonado para convertirlo en una habitación de paso para las parejas que desean tener intimidad en la montaña. “Shifu, harías cualquier cosa por divertirte”, le dice cada tanto el discípulo, como muestra de aprecio por el ingenio y valor de viejo obrero. Pronto descubre que alquilar por horas esa camioneta es una manera de obtener mejores ingresos que como obrero. Y es más divertido: entre que vigila que entren y salgan los clientes, escucha las peripecias cárnicas. Todo va bien hasta la temporada del frío. El vehículo, prácticamente un cubo de hierro, es helado para el invierno. Cuando está por cerrar el negocio en espera de mejor clima, una pareja madura en conflicto entra al carro. Como el recinto tiene seguro interior, no hay modo de abrirlo. Después de esperar horas, Shifu toca para hacer salir a la pareja e irse a comer y a calentarse. Tras muchos intentos, cierto de que se han suicidado, acude a la policía. Ayudado por su aprendiz, convencen al guardia para que revise el automóvil. Con muchas trabas de éste llegan al carro,… para darse cuenta que no está la pareja y que no hay signos de violencia. Molesto, el gendarme deja el lugar y el discípulo se limita a decir con desgano y reproche al viejo: “Shifu, harías cualquier cosa por divertirte”, como si les hubiera jugado una pesada broma. Aunque el texto puede interpretarse como que los fogosos y silentes amantes en realidad eran dos fantasmas (la tradición literaria oriental de mezclar los mundos de vivos y muertos es antigua) el humor de Mo Yan logra hacer empatía entre lector y personaje al suponerlo un pícaro que nada le pide a un vendedor “torero”.

            A lo largo de su obra, Yan desliza máximas: “La gente era lo que más temía, pero también lo que más echaba de menos”.

De los aciertos en la obra de Yan, está el lograr mezclar la historia china, brutal para muchos, del cambio de régimen, con la tradición fantástica oriental. En muchos de sus cuentos los fantasmas y la fantasía, de por sí divertida, se mezclan para presentar mujeres que literalmente se van volando con tal de no casarse con el horrible marido que les tocó en suerte: cuando el esposo reclama que le vayan a disparar flechas a la prófuga, el policía aclara: “será tu esposa cuando este en tus brazos, allá arriba es un pájaro raro”. En una de sus novelas, Yan afirma: “la multitud odia las pequeñas equivocaciones y las excentricidades sin importancia, pero adoran los grandes pecados y lo grotesco”. Y aplica la descripción de esos pecados y de muchos actos tan grotescos como sutiles: como reírse de la historia, del lector y de sí mismo.

 

Atrás de la destreza narrativa y del humor como paliativo de lo terrible, Mo Yan muestra una visión de lo inasible y de cómo las ideas moldean sociedades. 

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