El camino del virus
Por: Dr. Edgar Pérez Barragán, Medicina Interna / Infectología
Los coronavirus son una familia de virus que habitualmente causan infecciones respiratorias leves e intestinales en animales y humanos. No se consideraron altamente patógenos para los humanos hasta la aparición del síndrome respiratorio agudo severo (SARS) en 2002 y 2003. Años después otro coronavirus altamente patógeno, el coronavirus del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) surgió en los países de esa región.
El 31 de diciembre de 2019 se comunicaron a la Organización Mundial de la Salud (OMS) varios casos de neumonía de evolución atípica en Wuhan, China. Posteriormente se determinaría que se trataba de un Nuevo Coronavirus perteneciente a la familia de los beta coronavirus, nombrado después como SARS-CoV-2 causante de la enfermedad COVID-19.
El espectro de la enfermedad va desde casos asintomáticos, una infección respiratoria leve con tos, fiebre, cefalea, mialgias, artralgias, hasta casos graves con neumonía severa que puede causar insuficiencia respiratoria aguda y concluir en la muerte.
Al igual que otros virus, el SARS-CoV-2 necesita un huésped para poder replicarse y causar enfermedad. La mayoría de los coronavirus se propagan a los hospedadores susceptibles por vías respiratoria, oral y conjuntiva ocular. Estos patógenos suelen diseminarse cuando la persona infectada tose o estornuda, expulsando gotitas que pueden transportar el virus a cualquier individuo que se encuentre cerca; además, el virus puede persistir en las superficies y al tener contacto con estas, pueden llevarse a las mucosas y de ahí adquirir la infección.
El nuevo coronavirus puede permanecer por horas o días en algunas superficies inertes. A 22 grados Celsius y 60% de humedad el virus puede durar entre 1 y 2 días en superficies de madera, ropa o vidrio y hasta más de cuatro días en plásticos, billetes, mascarillas quirúrgicas y en el acero inoxidable; sin embargo, conforme avanza el tiempo las partículas virales pierden el poder infectivo. El SARS-CoV-2 puede ser viable hasta 3 horas en aerosoles con una media de 1.1 horas. También se ha detectado el virus en algunas muestras de aire de algunos hospitales, aunque en la mayoría de ellos las pruebas fueron negativas para coronavirus. Es por eso que es de suma importancia el lavado de manos frecuentemente, limpiar superficies y materiales inertes, así como evitar tocarse con las manos. Estas medidas limitan viabilidad y la transmisión del virus.
Si bien, todavía no se tiene certeza sobre la dosis mínima infecciosa, una baja cantidad de partículas es suficiente para transmitir el virus del Covid-19 a una persona. Para realizar una comparación; se puede asumir que la transmisibilidad es un poco más alta que la influenza, pero mucho menor que el sarampión.
Una vez que el virus ingresa a las células del cuerpo humano a través de la mucosa oral, nasal u oftálmica, este tiene que unirse a un sitio receptor específico en la membrana de las células del hospedero de manera local y posteriormente extenderse a otras zonas del organismo. No hay ningún método que haya demostrado eficacia de bloquear el ciclo del virus una vez que el virus se ha introducido.
El receptor para el virus SARS-CoV2 es la proteína ACE2 (enzima convertidora de angiotensina). Esta molécula es una proteína ubicada en la membrana celular, involucrada entre otras cosas en la regulación de la presión sanguínea y la función cardíaca. Luego del reconocimiento del receptor, los coronavirus ingresan al interior de las células (citoplasma) a través de un fenómeno conocido como endocitosis y fusión, que permiten la liberación del material genético del virus en las células humanas. La proteína ACE2 se presenta en abundancia en células epiteliales alveolares pulmonares, lo que explica las manifestaciones pulmonares de la enfermedad. Una vez en el interior de las células, las utiliza para inyectar su ácido ribonucleico (ARN) y a partir de esto se comienza a replicar y multiplicar produciéndose millones de copias del virus, esto sucede sobre todo a nivel pulmonar.
Una segunda etapa, es en la que se produce una reacción inflamatoria, en muchos casos severa. De manera sencilla, el organismo detecta un virus agresor y recluta células inflamatorias con producción de sustancias inflamatorias a nivel pulmonar, con la finalidad de atacar y eliminar al virus. Parte de esta respuesta es la producción de una “cascada de citocinas” inflamatorias. Sin embargo, en algunas ocasiones el sistema inmunológico se crea una respuesta exagerada, causando daño a las células que encuentra a su paso, incluidas las del tejido sano. Es así que, en este escenario la respuesta inmunológica puede causar más daños que beneficios. Este proceso de respuesta inflamatoria explica la fiebre, malestar general, mialgias, artralgias. El daño que se produce a nivel de los alveolos pulmonares (y el espacio entre los mismos) genera neumonía y dificultad para la oxigenación, traduciéndose en dificultad para respirar.
En la mayoría de los casos, en un lapso de dos semanas el virus ya no se está multiplicando y “muere”. En los casos leves, al paso de este tiempo la persona se encuentra prácticamente recuperada. Si se presenta una respuesta inflamatoria excesiva, a pesar de no existir virus reproduciéndose, el daño a los órganos puede continuar. Se ha evidenciado daño en prácticamente todos los órganos del cuerpo y eventos trombóticos que perpetúan este daño. Y es entonces, cuando la situación se vuelve grave y con alto riesgo de mortalidad, sobre todo en población vulnerable como adultos mayores (>60 años) y personas con obesidad, diabetes, hipertensión, enfermedad pulmonar crónica o cáncer, independientemente de la edad.
Existen algunos fármacos que se están utilizando y que pueden mejorar la evolución en algunos casos. Sin embargo, hasta ahora no existe ningún tratamiento totalmente eficaz para el COVID-19. La prevención sigue siendo primordial. Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU., la OMS y otras autoridades sanitarias enfatizan que; lavarse las manos y desinfectar diariamente las superficies que se tocan con frecuencia, toser o estornudar en el ángulo interno del codo, son clave para prevenir la propagación del covid-19. Esto sumado a las medidas de distanciamiento social.
Esto ayudaría al control y limitación de nuevos casos de covid-19, mientras se pueda obtener una vacuna y con esto detener este nuevo virus.