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Malinche, la imposible mujer

Por: Ricardo Guzmán Wolffer

José Luis Trueba Lara es un escritor tan prolífico y leído que pareciera no necesitar fama o fortuna, pues lectores le sobran. Dice, con modestia, que tiene casi cien libros publicados. Su libro más reciente, publicado por Editorial Océano, trata sobre Malinche. La eficacia de su pluma explica bien sus muchas publicaciones.

RGW La novela de la Malinche muestra una doble mirada sobre el personaje central, de pronto parece que la tratas con mucho respeto porque tu mirada es casi de cronista y de pronto parece que no era tan importante para la historia que ella nos cuenta. Como personaje literario ¿hasta dónde hay que darle valor? ¿Es un espejo de la aparente bipolaridad de Cortés, quien pasa del enojo y la rabia a las caricias cuidadosas?

JLTL Creo que la Malinche es un inmenso espejo lleno de facetas. Ella, para comenzar, es un personaje literario que me obligaba a contar su historia. Durante más de quince años he escrito varias novelas sobre el mundo prehispánico y la conquista. Ella, por lo menos en este sentido, era un pendiente que no podía seguir ignorando. A como diera lugar debía explorarla. Pero, además de esto, la Malinche es un ser que se refleja en muchos mundos y muchas vidas: es una mestiza en el más amplio sentido del término. Su vida transita por el mundo maya y el mundo chontal, por los mundos de los totonacos y los huaxtecos, de los tlaxcaltecas y de los mexicas y, por supuesto, también está atravesada por lo hispánico. Por si todo esto no fuera suficiente: ella también es el reflejo de muchas mujeres mesoamericanas y de los tiempos de la conquista; es esclava y doña, tributo de guerra y lengua.

Así pues, ante un personaje tan complejo, el reto es que ella nos contara su historia y la historia de la conquista, que nos revelara sus hechos y nos abriera la puerta para poder adentrarnos en la vida de otras mujeres y, por supuesto, que mostrara su mestizaje. Supongo que por estas razones los hechos históricos y la vida de la Malinche terminaron entrelazándose: ella era incompresible sin estos acontecimientos y los acontecimientos eran incomprensibles sin ella.

RGW Al inicio de tu libro pareces anunciar esa mezcla de ficción e historia, cuando la Malinche se pregunta “¿Quién se atreve a decirme que esto no es posible?” (página 17). ¿Acaso ella misma duda de lo que pasa a su alrededor, o duda de su propia posibilidad de comprender? Su terrible historia previa a dejar de ser mujer de uso podría haberle nublado la capacidad o la costumbre que comprender. ¿No resulta, de pronto, una mujer con más capacidad de la que podríamos esperar de una mujer que apenas servía para ser objeto de los caprichos de su hombre? Creo que el dilema inicial, al menos como personaje, es establecer si la Malinche era una mujer inteligente o una persona con la oportuna capacidad de comunicarse con lenguas nuevas, pero incapaz de ver más allá de lo inmediato.

JLTL Esta pregunta es muy difícil, y no lo digo como la muletilla de rigor que se emplea con los entrevistadores. Su dificultad estriba en un hecho del cual no podemos escapar: como nada escribió, nos tenemos que conformar con las palabras de otros y las interpretaciones que le damos. Mi Malinche —al igual que las otras— es una interpretación, un anhelo por atrapar a un fantasma. Yo supongo que ella no era una mujer cualquiera: en muy poco tiempo pasa de ser un objeto a la persona que se sienta entre Cortés y Moctezuma. Aún más, estoy convencido que ella estaba decidida a sobrevivir y, tal vez, a abandonar lo que había sido. No puedo apostar al tamaño que tenía la profundidad de la mirada de Malinche, al chance de saber si era capaz de descubrir las siguientes jugadas y, por supuesto, si siempre fue capaz de hacerlo.

Lo que sí es un hecho es que entre mi Malinche y la Malinche histórica hay distancias, y también existen conjunciones y disyunciones. La mía es, sobre todo, un personaje literario que busca contar la historia de un personaje real sin tener miedo a soltarle la rienda a la creación y la ficción. Por esta razón, ella es como es y, si tiene todas aquellas virtudes —que te confieso no me detuve a pensarlas como tales— es un asunto vinculado con la ficción. La verdad es que yo le fui dando todo lo que me pedía, todo lo que necesitaba para parecer verdadera.

RGW ¿Fuiste tentado por la poesía? Cuando la Malinche habla de sí misma como una caja de dualidades “la puta y la doña, la lengua y la sobreviviente, la que todo lo puede y la que siempre termina derrotada”, más que una automirada tan crítica, parece que la figura de esta mujer tan única te llama a darle un tinte poético. Sus amplias dudas sobre la muerte, en su discurso se cruzan conceptos prehispánicos e hispanos que parece querer abrazar, hablan más de una mujer lingüista que de una mujer visionaria. ¿Este efecto se da por el escritor que describe la figura que admira o te gusta haber creado un personaje complejo que el lector debe decodificar?

JLTL La poesía en la novela fue más una consecuencia que una búsqueda. Cuando comencé a trabajar necesitaba darle una voz a la Malinche, por eso fui creando un lenguaje que tenía distintas capas: el primer manuscrito lo escribí como si fuera un texto en náhuatl, después tuvo una delgada capa de maya y una última de español y del refranero del Quijote y de otras obras que se fueron mezclando por los caprichos de la narración. El resultado fue una voz que —gracias al ritmo que tiene el náhuatl— tiene una gran musicalidad y que, al mismo tiempo, me permitía crear —y tal vez decodificar— un personaje muy complejo.

El chiste, por lo menos esa era mi intención, era crear un personaje marcado por distintas culturas y que, al mismo tiempo, fuera simple de leerse. La combinación de lenguas, perspectivas y visiones no debía dar como resultado un texto que alejara a las personas. Al contrario, yo quería que el ritmo de sus palabras las atrapara hasta la última página. Si lo logré o no, es algo que aún no sé, habrá que darle tiempo al tiempo para que los lectores muestren sus palabras.

RGW Mencionas que para la Malinche las mujeres se protegen de los hombres con sus piernas abiertas: “los sexos que se defienden con dientes, las oscuridades que devoran sus miembros” (pág 51) Estas figuras literarias cuasi medievales, ¿cómo llegan al pensamiento de la Malinche? Es otra muestra de que es una depositaria de sabidurías mezcladas, casi encontradas. La “herida que nunca cicatriza” les resulta a esos hombres “una amenaza incomprensible”, pero la Malinche habla de ello antes de caer en las redes medievales de los españoles. Sabemos que quienes llegaron de Europa eran menos que cultivados. ¿La Malinche revierte mitos universales sexuales? Se le recuerda como la lingüista sin estudios, ¿o será que todos somos depositarios de un inconsciente relacionado con el sexo y sus implicaciones? El encuentro de dos mundos resulta un laboratorio de especulaciones si suponemos que mitos afines se gestaron paralelamente.

JLTL Curiosamente, ninguna de esas expresiones y creencias son medievales. Todas, si no mal recuerdo, son absolutamente mayas y nahuas; es más, algunas de ellas han sobrevivido al paso del tiempo y aún se mantienen, justo como sucede en el caso de las vaginas dentadas que poseen algunas de las mujeres que pueblan la mitología indígena. Te cuento un poco de dónde viene esta percepción de la sexualidad: en las palabras de la novela se mezclan algunos de los hechos que contó fray Diego Durán en su Relación de Yucatán, un texto del siglo xvi; además, en ellas hay vestigios de las relaciones geográficas que mandó elaborar Felipe II para la gobernación de Yucatán y, de pilón, están los trabajos de Mercedes de la Garza sobre el éxtasis y el chamanismo entre los mayas y los nahuas.

La sexualidad de la Malinche, por lo menos en aquellas páginas, no es medieval, sino indígena. Y, tal vez, lo que le sucede a muchas personas es que la sexualidad del pasado lejano les parece algo inexistente o, tal vez, como un momento en el que sólo el adulterio era castigado de fea manera. Sin embargo, esa sexualidad sí existió y hoy podemos conocerla y analizarla… es más la podemos transformar en un ingrediente literario, justo como yo lo intenté en la novela.

RGW Esa Malinche literaria de tu invención-investigación suena cercana por detalles como el juego de los precios entre vendedores y compradores, en los mercados que ella presencia (pág 32) y donde acepta que vale muy poco: “con un puñado de cacao podían comprarnos para siempre”. Esto se hermana con la violencia doméstica. Son raros los hombres amables en tu novela. Las mujeres pasan de ser peor que esclavas, pues su valor decae, a ser instrumentos sexuales desechables. La Malinche salva la vida, pero una parte de ella se siente devaluada hasta el final. ¿Así lo ves también, crees que los mexicanos tengamos una herencia de maltrato femenil? Malinche es la muestra de que la palabra, incluso sin escribirse, salva, redime. ¿Es una exageración hablar del personaje histórico como una salvadora conceptual de las mujeres?

JLTL Tienes toda la razón, la historia del machismo y la vejación a las mujeres es antigua y, aunque a más de tres les moleste, forma parte de nuestras tradiciones. Ella corre al parejo de los charros y los peladitos del barrio, de las mujeres que deben ser como Sara García o Lilia Parado, de las canciones que le avisan a las mujeres que el varón es su dueño y de los bailes donde gustosas embarran el cuerpo sobre el de sus machines. El machismo existe, es absolutamente real y, por supuesto, también es mestizo: algunas de sus características nacieron en los tiempos de la conquista. En este sentido, el machismo de la novela tiene una doble dimensión: es heredero de la tradición indígena y de la tradición hispánica.

Lo interesante —además de su mestizaje— es que, si tú le preguntas a la gente si estaría dispuesta a cambiar las “tradiciones mexicanas” todos, o casi todos, te responderían que eso sería peor que un pecado capital. Las tentaciones que nos dan Patria deben mantenerse. Casi nadie se pone a pensar que las tradiciones no son hechos biológicos ni genéticos, que son creaciones sociales que pueden cambiarse y abandonarse sin problemas. Así pues, lo que creo más importante es en la posibilidad de poner en tela de juicio nuestras tradiciones y abandonar algunas que resultan funestas: si nadie extraña el canibalismo ritual, supongo que lo mismo podría suceder con el machismo. En este sentido, mi novela pone sobre la mesa algunas de las manifestaciones de los machismos indígena, español y mestizo y, esto no lo hace por capricho, busca provocar discusiones, abrir los temas y, con un poco de suerte, contribuir a su transformación.

RGW Al final de la novela haces ver la enorme labor de documentar los hechos, de leer otras plumas, incluso de buscar en los textos la historia no escrita, pero quienes te hemos leído sabemos que todo eso entra en tu mente como en un caldero que solo el autor sabe qué va a salir. ¿Es así tu proceso creativo o eres más historiador que novelista? ¿Por qué no inventar la parte de la vida de la Malinche sobre la que no hay registros; es respeto al personaje histórico?

JLTL En este caso te confieso que, cada que vez escribo una novela histórica, hay varias cosas en juego y se entrelazan de una manera casi caprichosa. En mis páginas siempre hay algo de lo que ocurrió, algo de lo que pudo haber ocurrido y, como debe de ser, también está lo que a mí se me pegó la gana que ocurriera. Malinche no es un libro de historia y tampoco pretende ser la última palabra sobre un personaje. Ella es una novela y a este interés se subordinó la realidad.

Esta subordinación de la historia a la literatura es resultado de una mezcla muy específica: cuando estaba preparando la novela trabajé en la novela como si fuera un investigador, pues sólo de esta maneta podría convertirla en algo verosímil y crear un mundo que no fuera disparatado. Pero, al terminar esta parte del proceso comencé a trabajar como si fuera un literato. Un ejemplo de esto es el lenguaje que le dí a la Malinche: en el están mezclados el español, el náhuatl y el maya, pero con un reto que debía afrontar: lograr que esas palabras fueran absolutamente accesibles a cualquier lector, la opinión de los académicos y los expertos no me importa, lo único que me interesaba era contarle una historia a la gente.
Sin embargo, no me podía permitir una cosa: engañar a los lectores y hacer pasar una ficción como algo verdadero; por esta razón en esta novela —como en todas las demás— hay un último capítulo dedicado a mis confesiones: en él les cuento lo que leí y lo que inventé o traicioné para crear una ficción. En buena medida mi interés es alejarme de las novelas que se hacen pasar como algo verídico y que, bajo ese amparo, ofrecen grandes revelaciones o se transforman en panfletos que sólo buscan juzgar a un cadáver. Lo que a mí me interesaba era darle vida y comprender a un personaje.

Malinche de JLTL constituye una sorprendente novela histórica que, ahora nos enteramos, si bien está repleta de investigación por el autor, también hay una inventiva más que lograda, pues resulta convincente. Como es de esperarse, leer la visión de este personaje nos recuerda el desarrollo de la conquista con tanto detalle que se comprueba cómo la historia es materia viva. En momentos nacionales donde el encuentro de dos mundos ha derivado en sorpresivos desplantes presidenciales, como solicitar disculpas al gobierno español o al Papa por lo sucedido hace más de medio milenio, sólo el conocimiento más cercano de los hechos nos dará herramientas para juzgar esos actos políticos. Si hubiera que solicitar disculpas, también habría que hacerlo a los descendientes de esos pueblos prehispánicos que se unieron a los españoles, que los acompañaron en batallas y sitios, que se sirvieron con la caída de los mexicas. Los conquistadores no estaban solos.

Los religiosos no fueron los únicos ayudantes de esos soldados que cruzaron el mar para llegar a hacer la guerra en condiciones nunca esperadas. Poco comenta Malinche de la admirable resistencia de esos viajeros y vencedores.

La visión de esa mujer maltratada, cierta de que los hombres pueden disponer de ella, sean españoles o indígenas, también es actual. Las cifras de mujeres maltratadas y asesinadas es tristemente sorprendente. Malinche nos da una pista del origen de tanta violencia.
Parece ser que la única intención del autor Trueba es conquistar al lector, divertirlo y nada más. Si el texto no pretende ser histórico sino literario, lo ha logrado. El inicio y cierre circular de la Malinche, al visitar al final su pueblo y verlo en ruinas, parece pronosticar el estado de los antiguos moradores, hoy en condiciones más que precarias, abandonadas las tierras por ellos usadas, deshechas casi todas las construcciones que florecían a la llegada de los españoles.

Debo decir que intenté dejar de leer el libro, al suponer que no obtendría información novedosa, pero la pluma de José Luis me sujetó hasta el final. Mientras autores extranjeros triunfan con novelas históricas sobre el México antiguo, ver la maestría de Trueba Lara es motivo de regocijo, no sólo para disfrutar de la pluma de uno de los autores imprescindibles de la literatura mexicana contemporánea, sino para comprobar que las temáticas fundamentales de una nación nunca se secan ni está dicho todo.


La historia nacional parece olvidarse ante maniqueísmos políticos donde se hace igual concepción de todos los indígenas, cuando una mínima vista evidencia que había muchas culturas, varias francamente encontradas y antagónicas. Esta novela también es oportunidad para replantearnos la propia relación con ese pasado. Todos somos descendientes de ese mestizaje. Muchos olvidamos las lenguas antiguas, muchos dejamos de vestir como ellos, de adornarnos el cuerpo como ellos, pero no por eso somos menos herederos de la Malinche. Hoy somos otro pueblo. Ojalá todos hablaran con la profundidad del personaje tan bien logrado en esta novela. Especialmente los políticos.

Un libro más que recomendable. José Luis Trueba Lara ha triunfado en revivir la historia mexicana en la mente de los lectores. Y con ello México sigue vivo.

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