Salud Mental y la Infección por VIH
Por: Dr. Victor Rodríguez Pérez, Clínica de Adherencia a Antirretrovirales y Polifarmacia de la Clínica Especializada Condesa SSA
La Salud Mental (SM) como un estado de bienestar general en la que cada individuo reconoce su propio potencial para poder hacer frente a las situaciones estresantes de la vida, trabajar de manera productiva y contribuir con sus esferas sociales (World Health Organization, 2000).
Sanamente.mx.- Cualquier persona, puede tener alteración en la SM en cualquier momento del ciclo vital, sobre todo ante eventos estresantes de vida. Sin embargo, se ha descrito que las personas con VIH tienen mucho mayor riesgo de padecer trastornos mentales que deterioran la calidad de vida y el bienestar. (Pala et al., 2016; Sowa, Bengtson, Gaynes & Pence, 2016; Uthman et al., 2014).
Inclusive, personas en supresión virológica, asintomáticos e inmunocompetentes, pueden ver mermada su salud por algún padecimiento mental.
Síntomas Depresivos y VIH
La depresión es el principal problema de SM que afecta a las personas con VIH, como lo demuestran las prevalencias reportadas entre 12%-48% (Mayston et al., 2013; Pala, 2016; Sowa, 2016; Uthman et al., 2014; Vos etal., 2015; Wolff, Alvarado & Wolff M., 2010).
Se pueden presentar síntomas depresivos posterior a un evento estresante de vida: como duelo por diagnóstico de infección por VIH, inicio de terapia antirretroviral de gran actividad (TARV), pérdida de relaciones afectivas significativas, desempleo, divorcio, pérdida de seres queridos, entre otros. Sin embargo, esta fase es transitoria y no impide que la persona pueda hacer sus actividades cotidianas con normalidad.
En cambio, en el Trastorno Depresivo Mayor (TDM), la intensidad y cronicidad de los síntomas son mayores e impiden que la persona siga con una cotidianidad normal. Se presentan al menos cinco síntomas por más de 2 semanas: ánimo bajo, anhedonia, hiporexia o hiperorexia, insomnio o hipersomnia, alteraciones cognitivas, alteraciones psicomotoras, anergia, ideas de minusvalía o culpa y/o pensamiento de muerte o ideación suicida. El ánimo bajo y la anhedonia son los síntomas característicos del TDM y las alteraciones cognitivas un indicador de gravedad (American Psychiatric Association, 2013).
Debido a que la cronicidad de la infección por VIH incrementa la probabilidad de presentar síntomas depresivos (Hammond et al., 2016), y la sintomatología del VIH se puede presentar como una superposición con el TDM, es necesario tener con instrumentos válidos y confiables que aseguren un tamizaje adecuado. (Pala et al., 2016; Sowa, Bengtson, Gaynes & Pence, 2016). En nuestro país es ampliamente utilizado la versión adaptada de 21 preguntas del Inventario de Depresión de Beck (IDB-IA) (Jurado et al., 1998) para el tamizaje de síntomas depresivos. Actualmente hay una versión corta de 12 reactivos validada para pacientes con VIH (Rodríguez et al., 2012), con los puntos de corte que se muestran a continuación:
Asimismo, se probó (vs. el diagnóstico del experto) que los doce reactivos son lo suficientemente sensibles para diferenciar entre sin síntomas y síntomas depresivos (punto de corte 5) y una puntuación de > 11 sirve para diferenciar entre síntomas de duelo y TDM.
Al ser los pacientes con VIH más vulnerables, se sugiere que aquellos con síntomas depresivos de moderados a severos, sean evaluados por un experto en el área de SM. Inclusive hay evidencia que estos pacientes pueden tener tratamiento psicofarmacológico para el TDM adjunto al TARV, sin que se comprometa la absorción del fármaco, ni la adherencia (Pala et al., 2016).
Ansiedad y VIH.
La ansiedad es una respuesta emocional que engloba aspectos cognitivos y fisiológicos que son vividos con mucho malestar, caracterizados por un alto grado de activación del sistema nervioso periférico e implica comportamientos poco ajustados, como movimiento excesivo de miembros superiores o inferiores.
Los trastornos relacionados con la ansiedad son los más prevalentes en población general mexicana, según la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica (2003), por lo que se espera que en población con VIH sea más frecuente, alcanzando una prevalencia de hasta del 28%.
El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) se caracteriza por: preocupación excesiva, dificultad para controlar la preocupación, tener los “nervios de punta”, fatiga, dificultad para concentrarse o quedarse en blanco, irritabilidad, tensión muscular y problemas de sueño. (American Psychiatric Association, 2013).
Los síntomas ansiosos también pueden presentarse en fases de duelo, por eso es importante poder diferenciarlos del TAG, sobre todo para dar el debido tratamiento debido al grado de malestar que genera.
¿Por qué es tan importante identificar síntomas ansiosos en nuestros pacientes?
En primer lugar, el malestar generado por estos síntomas puede predisponer que se sobreestimen los síntomas de la infección por VIH y algunas reacciones adversas, sobre todo aquellas relacionadas con el sistema nervioso central (SNC), principalmente: insomnio, dificultad para concentrarse e irritabilidad (Govender & Schlebusch, 2012).
El Inventario de Ansiedad de Beck (IAB) es un instrumento de amplia difusión tanto en la investigación como en la práctica clínica. Se sugiere que una puntuación ≥ 31 en el IAB es indicativo de cuadro sintomatológico que causa disfunción en la vida cotidiana de los pacientes y que requiere de evaluación y tratamiento psiquiátrico.
En el contexto del VIH, la experiencia clínica nos lleva a sugerir que una persona con una puntuación ≥ 31 tiene mayor propensión de desarrollar efectos secundarios con esquemas de TARV que se asocian con efectos en SNC. Se trata de aquellos usuarios que continuamente tendremos en la consulta con una sintomatología persistente sin un correlato biológico evidente
Los trastornos de ansiedad tienen repercusión importante en la alimentación y en el sueño.
Normas Inventario de Ansiedad Beck
Tabla 1. Normas de calificación de Inventario de Ansiedad de Beck en población mexicana
Insomnio en pacientes con VIH.
El sueño tiene una función primordial para el ser humano de[1]bido a que restaura y resguarda. Además de que se relaciona con funciones mentales superiores como el juicio, el estado de ánimo y la cognición y por ende con neurotransmisores como serotonina, dopamina y GABA; cada vez hay más evidencia de la importancia del sueño para regulación metabólica y de su relación con enfermedades como obesidad, diabetes mellitus, hipertensión arterial, artritis reumatoide, lupus, infección por virus de la hepatitis C, entre otras.
¿Por qué se altera el sueño en los pacientes con VIH?
En primer lugar, la revelación del diagnóstico o el inicio TARV, se pueden experimentar como un evento estresante de vida con síntomas depresivos y ansiosos que alteran la arquitectura del sueño; provocando retardo en el inicio de sueño, sueño superficial, despertares constantes y parálisis de sueño (Manzar et al., 2017).
También, hay evidencia de que ciertas moléculas que conforman los diversos esquemas TARV, pueden afectar el sueño:
¿Por qué nos debe interesar el sueño en el VIH?
Debido a las funciones de restauración del sueño, la falta/fragmentación de sueño crónica redundará en irritabilidad y alteración del ánimo, que son factores asociados a bajo apego al tratamiento.
También, sabemos que el sueño tiene relación con la salud cardiovascular. Sobre todo, esto es de nuestro interés si tratamos pacientes ≥ 50 años con las comorbilidades que podría tener cualquier persona de ese grupo etario. En la siguiente figura se explica esa relación (Czeisler, 2015; Mims & Kirsch, 2016; Patyar & Patyar, 2015; Sofi et al.,2014).
¿Qué recomendaciones podemos hacer basados en evidencias recientes?
a) Que una persona que tiene antecedentes de problemas del dormir seguramente verá exacerbados esos síntomas con el inicio de TARV.
b) Que una persona que tiene una reacción de duelo ante en diagnóstico y ante el tratamiento, presentará insomnio al iniciar TARV, sin que éste sea explicado por el uso de tratamiento, sino por los hábitos del propio paciente.
c) Que en una persona ≥ 50 años, habría que explorar más sobre sus hábitos de vigilia-sueño.
Para hacer una evaluación más exhaustiva, se sugiere utilizar el Índice de Calidad de Sueño de Pittsburgh (Jiménez-Genchi et al., 2008).
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REFERENCIAS
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental Disorders (5th ed.). Arlington, VA: American Psychiatric Publishing.
Czeisler, C.A. (2015). Duration, timing and quality of sleep are each vital for health, performance a Govender, R. D., & Schlebusch, L. (2012). Hopelessness, depression and suicidal ideation in HIV-positive persons. South African Journal of Psychiatry, 18(1), 16-21.
Hammond, E. R., Crum, R. M., Treisman, G. J., Mehta, S. H., Clifford, D. B., Ellis, R.J.& Morgello, S. (2016). Persistent CSF but not plasma HIV RNA is associated with increased risk of new-onset moderate-to-severe depressive symptoms; a prospective cohort study. Journal of neurovirology, 22(4), 479-487.nd safety. Sleep Health. Mar;1(1):5-8.
Jiménez-Genchi A, Monteverde-Maldonado E, Nenclares-Portocarrero A, Esquivel-Adame G, Vega- Pacheco A (2008) Confiabilidad y análisis factorial de la versión en español del índice de calidad de sueño de Pittsburgh en pacientes psiquiátricos. Gac Med Mex 144: 491–496.
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Manzar, M.D., Sony P., Salahuddin, M., Kumalo, A., Geneto, M., Pandi-Perumal, S.R., Moscovitch, A. & BaHammam, A.S. (2017). Electrolyte imbalance and sleep problems during anti-retroviral therapy: an under-recognized problem. Sleep Sci. Apr-Jun;10(2):64-67.
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World Health Organization. (2000). Guía de bolsillo de la clasificación CIE-10: clasificación de los trastornos mentales y del comportamiento.