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El último vagón, donde la intimidad sucede en público

La polémica sobre el Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro y todas las posibilidades que ofrece ha crecido en los últimos meses derivado de los múltiples problemas y accidentes que han ocurrido. Incluso se habla de sabotaje, por lo que el gobierno de la Ciudad de México (CDMX) ha recurrido a la ayuda de la Guardia Nacional para su vigilancia. 

Esta militarización ha preocupado a los usuarios de la “Cajita Feliz”, nombre con el que se le conoce al último vagón del metro, que sirve como escenario para arrimones, toqueteos, masturbaciones, sexo oral, o, incluso, penetraciones anales. 

Aunque por muchos años se pensó que se trataba de una leyenda urbana, redes sociales y medios de comunicación tradicionales han reportado esta situación que comenzó en los años 70 como un movimiento de la comunidad LGBTQ+, el cual buscaba crear espacios seguros para sus miembros. 

La comunidad LGBTQ+ siempre ha sufrido discriminación y violencia por parte de diversos sectores de la ciudadanía. Por ello, ha construido espacios seguros para mantener encuentros sin sufrir agresiones. Recordemos que el 2019 fue el año con un mayor número de crímenes contra la comunidad.

Desde entonces, los usuarios del metro han generado un lenguaje propio donde las palabras son innecesarias, miraditas, guiños, ademanes, insinuaciones son suficientes para entender las necesidades del otro y satisfacerse mutuamente. 

Y aunque no se sabe cómo afectará la presencia de la Guardia Nacional a este espacio, recordemos que en febrero de 2011 las autoridades del metro tomaron la decisión de restringir el acceso a los últimos tres vagones en algunas líneas después de las 10 de la noche. El argumento era una cuestión de seguridad para evitar el robo hacia los usuarios. 

Las líneas en disputa eran 1, 2, 3, 8 y B, las cuales son las más populares entre los miembros de la Comunidad LGBTQ+; sin embargo, la experiencia del último vagón se puede encontrar en toda la red del metro. 

En ese momento, el STC negó que su decisión tuviera fundamentos homofóbicos y discriminatorios, pero la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) emitió una recomendación al respecto por considerar que esta medida no fue claramente justificada.

Posteriormente, el 11 de octubre de 2012, el STC manifestó su rechazo a la recomendación de la CDHDF, debido a que no consideró haber violado los derechos de los usuarios del Metro, tal como lo afirmaba la Comisión. Sin embargo, esta restricción no se llevó a cabo por mucho tiempo debido a la presión de colectivos de la comunidad LGBTQ+. 

Hoy en día, la Cajita feliz sigue siendo ese lugar al que muchos recurren en busca de un encuentro amoroso, sexual o amistoso; incluso los usuarios frecuentes utilizan portafolios o mochilas grandes para poder taparse si quieren ser tocados o recibir sexo oral

La gran atracción de este lugar es la adrenalina del mundo subterráneo donde el anonimato da la facilidad de relacionarse con el otro que también está en busca de un encuentro satisfactorio. Incluso el fotógrafo David Graham realizó él mismo uno de los recorridos para conocer si la leyenda urbana era verdad y, al final, así fue. Descubrió mucho más de lo que pudo haber imaginado, a tal punto que publicó el libro The Last Car: Cruising in Mexico City.

De acuerdo con el texto, el fotógrafo descubrió “una escena aún más vibrante” que reveló que “la intimidad masculina es abiertamente visible en todas partes de la capital mexicana”. Con las imágenes captadas por su lente, destacó que la vida de la comunidad gay en la CDMX es más abierta que en otras ciudades como Londres, Nueva York o París.

Y es que la escena sexual del último vagón incluso ha adoptado otros espacios del metro como pasillos y columnas en los andenes, donde se puede hablar y tener contacto con otros usuarios sin dejar el anonimato. Cabe mencionar que el Cruising, es el curioso fenómeno de buscar y obtener sexo gay y anónimo en espacios público. Su origen también se remonta a la década de los sesenta y setenta, cuando la homosexualidad era perseguida, castigada y considerada por la sociedad como algo inaceptable. Así, las personas homosexuales experimentaban rechazo y discriminación, entonces comenzaron a buscar o crear lugares en los que pudieran ejercer su sexualidad libremente, aunque algunos de estos resultaron ser en espacios públicos o muy escondidos bajo una ola de clandestinidad. Fue así que la gente se sintió cómoda tomándose de las manos, besándose, abrazándose en público.

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