
Por: Teresa Viejo
- En marco del M8 y en el Inicio de Marzo Mes de la Mujer en la Salud iniciamos estas cápsulas informativas, personales y testimoniales de Mujeres que inspiran e Invitan a la acción, en exclusiva para Ellas.mx, Revista de LaSalud.mx.
Teresa Viejo reflexiona sobre la fuerza y el liderazgo de las mujeres a lo largo de la historia y su impacto en el presente. A través de una poderosa metáfora y el simbolismo de Skotzel, nos invita a reconocer el papel de las mujeres en la construcción de sociedades más justas e igualitarias. Con una mirada profunda y externa sobre el contexto mexicano y el liderazgo femenino en la actualidad, su texto nos recuerda que la equidad no es solo un destino, sino un camino que se sigue construyendo día a día.
50 años del 8 Marzo
Cuenta una leyenda judía que un día las mujeres, cansadas de injusticias, resolvieron pedir cuentas a Dios y emanciparse del yugo masculino, para lo que nombraron a una portavoz y la enviaron ante la divinidad. La elegida fue Skotzel, erudita de verbo elocuente y persuasivo, convertida en abogada del género femenino. A continuación, todas las mujeres de la tierra formaron una gigantesca pirámide encaramándose unas sobre los hombros de las otras y así llegar al cielo. Skotzel se situó en la punta. Sin embargo, una mujer al pie de esa formidable construcción perdió el equilibrio y su caída provocó el derrumbe de la pirámide. Tras reponerse y ver que no había ninguna herida, buscaron a Skotzel. Había desaparecido. Finaliza la leyenda explicando que ella sigue en perenne alegato frente a Dios, defendiéndonos, y pleiteando por una igualdad que no terminamos de conquistar. Por ello, es costumbre judía que, cada vez que una mujer con carácter y determinación entra en una habitación, alguien exclame: “Skotzel kumt!”. “Ha llegado Skotzel”.
Desde hace meses, en México gritan: “¡Ha llegado Claudia!”. Hay triunfos individuales que saben a gesta colectiva, como cuando la Selección Femenina de España ganó el mundial y parecíamos llevar una camiseta con el número del equipo, aunque no nos gustara el fútbol. Sí, las mujeres mexicanas han conquistado un gran logro, máxime cuando los dos principales partidos estaban representados por mujeres. En una reunión que mantuve en la Subsecretaría de Economía mexicana, el día después de las elecciones, una alta funcionaria me dijo: “Lo mejor es que a nuestros hijos no habrá que explicarles qué es la paridad o por qué las mujeres requerimos más visibilidad, al fin y al cabo, habrán crecido con una presidenta de gobierno, un gobierno lleno de ministras, una presidenta del Congreso, alcaldesas…”. La manera de cambiar las cosas es actuando y las mujeres mexicanas lo han entendido enseguida, por eso cada nueva visita a México muestra progresos, nuevos retos en un país que avanza a pesar del convulso tiempo que le toca vivir. Sí, también existe inequidad procedente de una sociedad joven y con desequilibrios que deben paliarse; esta es una tarea participada por todos los sectores, no solo la política, pues el poder empresarial tiene un papel decisivo en responder a la equidad que demandan sus plantillas. El liderazgo de la mujer lo facilita.
Las mujeres mexicanas, además de hacer, tienen que hablar, lo cual no deja de extrañar porque pareciera que el binomio se escribe al revés: hablamos mucho y hacemos menos, o preciso… lo que nos dejan. Hablar es importante porque la voz femenina, sea dulce o áspera, aguda o grave, es nuestro ADN. Mary Beard en su libro “Mujeres y poder” señala que todavía existen tópicos acerca de la “ineptitud de las mujeres para hablar en público (…) sobre la voz femenina y la incomodidad que esta genera”. Hablar alto y claro es justo lo que las mujeres han evitado durante siglos. “Me dediqué a callar porque había que callar”, explicaba la escritora Elena Garro, esposa de Octavio Paz, silenciada, no solo por la sombra del marido, sino oculta por la de una camarilla intelectual a la que, en los años 50, solo se pertenecía en condición de “esposa” de alguien. Separada del poeta la escritora se desahogó, pero le costó a la larga la soledad y el repudio de sus obras (Alfaguara rescató hace poco del olvido “Los recuerdos del porvenir”, obra precursora del realismo mágico). Menciono a Elena porque representa el paradigma de esas mujeres que no han necesitado efemérides para reivindicarse, para defender un lugar propio o una voz que narre el mundo desde su mirada. También mexicana, como esa primera presidenta de México cuyo valor debe de permanecer por encima de ideologías.
Volviendo a aquella reunión que mantuve en la Secretaría el pasado 3 de junio, diré que hablamos de cómo las mujeres vivimos el liderazgo en España, de cuáles son nuestras propuestas para visibilizar el talento, de qué referentes marcan el camino a las más jóvenes… en suma, de la necesidad de reforzar en nuestra mirada la diversidad. Es fácil comprender que crecemos cuando sumamos, así que ya estamos poniéndonos a construir, entre todas, nuestra pirámide.
Teresa Viejo
Presidenta Fundación Diversidad
Escritora, periodista. CEO en Be Curious Project.