

Por: MSP José Noé Rizo Amézquita Director de la Sección Técnica de Determinantes Sociales de la Sociedad Mexicana de Salud Pública (SMSP), Investigador en Salud en la Conferencia Interamericana de Seguridad Social (CISS), Profesor en el Departamento de Salud Pública y Comunidad, Facultad de Medicina, UNAM

Dra. María del Rocío Sánchez Díaz Directora de la Sección Técnica de Salud Materna y Perinatal de la SMSP, Médico Especialista en el Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez

Dra. María Eugenia Jiménez Corona Vicepresidenta de la SMSP, Jefa del Departamento de Epidemiología en el Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez
Introducción
La salud materna y del recién nacido es un tema que debe ser prioritario desde las políticas públicas de salud a nivel global. La muerte en estos grupos constituye un problema, especialmente en países de bajos y medianos ingresos.
La falta de acceso a los sistemas de salud y/o a la adecuada atención médica, favorece la ocurrencia de enfermedades que deterioran la salud física y mental en todos los tipos de familia. La enfermedad que deriva en la mortalidad en la edad gestante y del recién nacido, impacta en la dinámica y desarrollo de la familia. A su vez, cuando las familias son vulneradas por este tipo de eventos, las comunidades se ven afectadas en su desarrollo económico y social, a mediano y largo plazo. Los rezagos históricos en acceso a la salud para grupos marginados y sectores vulnerables, maximizan el impacto de la mortalidad materna y neonatal. (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2023).
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, 2022), en 2020 murieron aproximadamente 295,000 mujeres durante el embarazo y el parto; en tanto, la cifra registrada de muerte de recién nacidos ronda los 2.5 millones anuales. Estos datos destacan la necesidad de generar políticas públicas que impacten en la reducción de la mortalidad en estos grupos, sobre todo cuando una cantidad considerable de defunciones pudo ser prevenida con acceso efectivo a los sistemas de salud.
El próximo 7 de abril se celebrará el Día Mundial de la Salud 2025, durante este evento la Organización Mundial de la Salud iniciará la campaña anual “Comienzos saludables, futuros esperanzadores”, que buscará instar a los gobiernos y a la población en general a intensificar los esfuerzos para poner fin a las muertes prevenibles de madres y recién nacidos, y dar prioridad a la salud y el bienestar de las mujeres a largo plazo. (Organización Mundial de la Salud, 2025).
En México, el problema de Mortalidad Materna se ha abordado desde hace años y desde múltiples perspectivas, con enfoques que han evolucionado con el tiempo. No obstante, el modelo que hoy en día prevalece para el estudio de la mortalidad materna, surgió en 2004 con la publicación en el Diario Oficial de la Federación (DOF) de la aplicación obligatoria del Programa de Arranque Parejo en la Vida, el cual planteaba como objetivo, disminuir las tasas de mortalidad materna e infantil mediante el fortalecimiento de la vigilancia epidemiológica de las muertes maternas, esto por medio de la notificación inmediata, el registro y clasificación de las defunciones, y mediante acciones de prevención y control derivadas del estudio de las defunciones (Figura 1), lo cual desde entonces se lleva a cabo bajo la rectoría del Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva (CNEGSR), la Dirección General de Información en Salud (DGIS), y la Dirección General de Epidemiología (DGE) (Consejo de Salubridad General, 2004)

La coordinación de estas 3 Unidades Administrativas de la Secretaría de Salud se formalizó mediante la creación del Manual para la Búsqueda Intencionada y Reclasificación de Muertes Maternas (BIRMM) en el año 2012. (Secretaría de Salud – BIRMM). La estadística de mortalidad materna validada por la Secretaría de Salud, se publica como nacional tras el cotejo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el cual tiene datos abiertos disponibles para su análisis.
Derivada de la integración cuidadosa y exhaustiva de la información de muertes maternas, hoy en día, México cuenta con el registro tanto de la totalidad de muertes que se incluyen al indicador de muerte materna: muertes directas e indirectas que ocurren hasta 42 días de terminado el embarazo. También se registra información de la totalidad de defunciones maternas tardías y por secuelas, que se excluyen del indicador. (INEGI, s.f.).
Si bien el estudio y prevención de la mortalidad materna impacta de manera indirecta en la mortalidad de los recién nacidos en tanto que la condición de la madre aporta los antecedentes para la salud del recién nacido; este grupo de edad no ha sido analizado con el mismo detalle ya que en algunas estadísticas se presenta como parte de la mortalidad perinatal (de las 22 SDG a los 28 días de nacido) y en otras como parte de la mortalidad de la primera infancia (desde el nacimiento hasta los 5 años de vida). La estadística nacional que publica el INEGI resulta de un ejercicio de cotejo con la Secretaría de Salud, similar a lo que ocurre con la estadística de mortalidad materna, tal como se realiza para la estadística de mortalidad general.
En este artículo se presenta un análisis de tendencias a partir de la estadística nacional de 2012 a 2023, enfatizando en que el periodo considerado incluye los años de la pandemia por COVID-19 (marzo 2020 – mayo 2023). Con base en las tendencias se supone un escenario sin pandemia y se observan las diferencias como un punto de partida para el posterior análisis de la política pública ante eventos como la pandemia de COVID-19.
Muerte materna y de recién nacidos en México
Durante el periodo de 2012 a 2019 se mantiene la tendencia descendente en el indicador de Razón de Muerte Materna (RMM) que México mantuvo desde 1985. No obstante, en 2020 y 2021 el número de defunciones aumentó llegando a cifras similares a las registradas en 2008. (Figura 2). Esto se explica por la pandemia por COVID-19 que comprometió los sistemas de atención a la salud (Secretaría de Salud, 2022). Según datos del Sistema de Información en Salud (SIS) de la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud de México (Secretaría de Salud, 2023), la razón de muerte materna pasó de 32.7 muertes por cada 100,000 nacimientos en 2019 a 57.0 en 2021, regresando a 32.1 en 2023. Esta disminución representa una recuperación de la tendencia para posicionarse en el comportamiento previo a la pandemia. Adicionalmente, el cálculo de exceso de muerte materna arrojó que en 2020 y 2021 aumentó 23.5% (exceso = 23.5; IC95% = 1138 a 1236; p = 0.05) y 32% (exceso = 32; IC95% = 1219 a 1317; p = 0.05), respectivamente, en comparación con el promedio de los años 2012 a 2019.

Si bien el compromiso internacional marcado por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de reducir la razón de muerte materna mundial a menos de 70 muertes por cada 100,000 nacidos vivos para el año 2030, México lo ha rebasado desde 1990; al realizar el ajuste esperado conforme a lo observado en 2015 (año en que se cerraron las metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio), el país no ha alcanzado la proyección de reducción esperada. (Organización Mundial de la Salud, 2023; Organización Panamericana de la Salud, 2024).
Para el presente análisis se incluyó el total de muertes maternas, tanto las incluidas como las excluidas del indicador de Razón de Mortalidad Materna. Con un total de 11,787 observaciones de mujeres de entre 12 y 57 años (promedio = 28.7 / DS ± 7.54). Fueron 1,353 adolescentes (12 a 19 años), 7,547 adultas jóvenes (20 a 34 años), 2,729 adultas media (35 a 44 años) y 158 de edad reproductiva avanzada (45 y más años). La mayoría de las muertes maternas residían principalmente en áreas urbanas con respecto a rurales (Figura 3). De 2012 a 2014 y en 2016 la mayoría de las defunciones presentaron una evolución con complicaciones en el embarazo, parto o puerperio; el mismo escenario se repitió en 2022. (Figura 4). Se puede suponer que la repetición del panorama, no visto en los tres años previos a la pandemia, puede obedecer a las siguientes causas: complicaciones de COVID-19 a largo plazo o la insuficiencia de los servicios de salud que aún no se recuperaban de los cambios debidos a la pandemia.


La mayor cantidad de muertes maternas ocurrieron en mujeres adultas jóvenes (Figura 5) respecto de otros grupos etarios. Finalmente, las principales causas de muerte materna acumuladas de 2012 a 2023 fueron: 1) Causas obstétricas indirectas, 2) Otras complicaciones del embarazo, el parto y el puerperio, 3) Edema, proteinuria y trastornos hipertensivos en el embarazo, parto y puerperio, 4) Muertes maternas tardías y por secuelas, 5) Hemorragia postparto, y 6) Aborto. (Figura 6)


Por otra parte, para analizar la muerte de recién nacidos se contaron 180,476 observaciones de menores de entre 0 y 28 días, una edad promedio de 5.77 y una mediana de 3 días al momento de la muerte. Fueron n = 101646 (56%) niños, n = 77744 (43%) niñas y n = 1086 (1%) sin registro para esta variable. Para este caso, los datos muestran una tendencia sostenida a la baja (Figura 7) para las muertes de 0 a 7 días (Tipo 1) y de 8 a 28 días (Tipo 2; Figura 8), con una tasa de 8.5 muertes por cada 1,000 nacidos vivos en 2023, en comparación con la tasa de muertes en 2012 que fue de 12.4 (INEGI, 2023). En los dos primeros años de la pandemia (2020 y 2021) hubo un incremento en el número de defunciones, comportamiento que cambió para el tercer año de la pandemia (2023 en que se observó una reducción en este indicador. (Forbes México, 2023). Este comportamiento se observó tanto en hombres (Figura 9) como en mujeres (Figura 10); y la mayor cantidad de muertes de recién nacidos son del Tipo 1. En el histórico y para ambos sexos, las 5 principales causas de muerte del Tipo 1 fueron: 1) dificultad respiratoria del recién nacido y otros trastornos respiratorios originados en el periodo perinatal; 2) enfermedades infecciosas y parasitarias congénitas; 3) malformaciones congénitas del sistema circulatorio; 4) crecimiento fetal lento, desnutrición fetal y trastornos relacionados con la gestación corta y bajo peso al nacer; y 5) afecciones originadas en el periodo perinatal (Figura 11). Para la muerte del Tipo 2, se tiene: 1) enfermedades infecciosas y parasitarias congénitas; 2) dificultad respiratoria del recién nacido y otros trastornos respiratorios originados en el periodo perinatal; 3) malformaciones congénitas del sistema circulatorio; 4) afecciones originadas en el periodo perinatal; y 5) hipoxia intrauterina y asfixia del nacimiento (Figura 12).






Reducción de muerte materna y de recién nacidos entre 2012 y 2019
Entre 2012 y 2019 en México se registraron tendencias descendentes tanto en muertes maternas como en defunciones en recién nacidos. Estas tendencias se explican por varios factores entre los que destacan las políticas públicas en materia de salud materna y perinatal instrumentadas por el gobierno federal.
Uno de los puntos cardinales de estas políticas fue, el Seguro Médico para una Nueva Generación que logró ampliar la cobertura de atención prenatal en diversos sectores, incluyendo áreas rurales y marginadas; lo que sin duda contribuyó a la reducción de complicaciones mejorando la atención obstétrica (Secretaría de Salud, 2020).
Desde la rectoría, uno de los aspectos que más han contribuido, y que hoy en día sigue impactando en la reducción de la mortalidad materna y ahora en la neonatal, fue sin duda la creación del Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva (CNEGySR) en 2003; Centro que desde el 2004 mantuvo la observancia y actualización de la Estrategia Nacional para la Prevención de la Muerte Materna; particularmente la versión de esta estrategia publicada en 2015 se enfocó en atender las dos principales causas de muerte materna: la preeclampsia y las hemorragias postparto, así como la implementación de protocolos de atención urgente para mujeres embarazadas; además de plantear la necesidad de capacitación, la mejora de la infraestructura hospitalaria, y el acceso a atención prenatal; estos últimos aspectos no solo para la atención materna sino también para el recién nacido; (Secretaría de Salud, s.f.; Secretaría de Salud, 2020) En este sentido, la OMS ha señalado la importancia de la educación en materia de salud para la comunidad y población en general y sobre los signos de alarma durante el embarazo. Con esto, se cuenta con el conocimiento necesario para identificar un potencial riesgo y actuar inmediatamente en consecuencia (Organización Mundial de la Salud, 2020).
Particularmente en la atención del recién nacido se avanzó en el acceso a cuidados perinatales y neonatales altamente especializados. (Funsalud, 2019); así como en la atención prenatal integral, prevención de parto prematuro y reanimación neonatal. Se realizaron también acciones y educación comunitaria, como el levantamiento de censos para identificar embarazadas en riesgo y la implementación de redes de apoyo, como las “Posadas AME” y traslados AME (Atención Médica Expeditiva). Las “Posadas AME” continúan operando en algunas regiones de México y se trata de instalaciones creadas para el apoyo a mujeres embarazadas residentes de áreas rurales o difícil acceso, que se encuentran cerca de hospitales con capacidad para atender necesidades gineco-obstétricas, dándoles alojo temporal a fin de que reciban atención médica oportuna y adecuada durante el embarazo, parto o puerperio, al igual que atender al recién nacido (Secretaría de Salud, n.d.).
Los programas de atención neonatal desde los primeros días de vida mejoraron la atención a recién nacidos en unidades de alta especialidad con personal altamente capacitado para ello. Igualmente, los esfuerzos por reducir la desnutrición infantil fueron de gran utilidad para disminuir la mortandad en los recién nacidos (Secretaría de Salud, 2020). La inmunización infantil permitió una mayor protección contra infecciones neonatales prevenibles, como la neumonía y la diarrea, que por muchos años fueron causas importantes de muerte en recién nacidos en México (Organización Panamericana de la Salud [OPS], 2017). En el contexto internacional, México ha recibido constantemente el apoyo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) para implementar políticas y programas destinados a reducir la mortalidad materna e infantil. Por ejemplo, en 2015, México firmó el Compromiso de la OMS y ONUSIDA, enfocado en la eliminación de la muerte materna prevenible como uno de los objetivos globales para 2030 (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2015), así como la capacitación de parteras como parte de las intervenciones para reducir tanto la mortalidad materna como la neonatal (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2016).
La Figura 2 muestra que durante la pandemia hubo un incremento desproporcionado de muertes maternas, rebasando 2020 y 2021 las cifras de 2012, y para 2022 casi el mismo número reportado en 2019. Finalmente, los datos de 2023 descendieron nuevamente. Al realizar un modelo de series temporales ARIMA, se modeló la tendencia y estacionalidad de las muertes maternas del periodo de 2012 a 2019 y, a partir de estos datos, se realizaron las predicciones para 2022 y 2023. La Figura 13 muestra los valores predichos (triángulos morados) y los valores reales (círculos verdes). El contorno oscuro indica el intervalo de confianza al 95% (I.C. 95%) y el más claro representa el IC al 80%. El modelo tiene un rendimiento aceptable, para predecir los valores de 2020 a 2023 igual a 867 muertes maternas.

Muerte materna y de recién nacidos durante la pandemia y en los dos años posteriores ¿qué pasó?
Los valores reales se encuentran en el I.C. de 95%, por lo que se puede inferir que, de no ser por la pandemia por COVID-19, el número de muertes maternas durante 2020 y 2021 debió ser semejante, con una tendencia a la baja.
Sin embargo, en 2021 la Razón de Mortalidad Materna (RMM) fue de 54.9 muertes por cada 100,000 nacimientos; del total de casos, se reportó que el 43.7% de esas muertes fueron por infección por COVID-19 (Caracol en Movimiento, 2021). Entre las principales causas de este incremento de muertes maternas se documentó la reconversión hospitalaria para la atención a casos de COVID-19, limitando el sistema de atención a la salud para mujeres embarazadas; así mismo hubo una reducción importante de las consultas prenatales. Finalmente, el temor al contagio ocasionó que muchas mujeres embarazadas evitaran acudir a centros de salud para el seguimiento y control de su embarazo (Cámara de Diputados, 2021).
Respecto a las defunciones de recién nacidos, se mantuvo la tendencia a la baja que venía ocurriendo desde 2012 (Figura 7 y Figura 8). Un modelo de series temporales ARIMA con datos de 2012 a 2019 fue consistente con este resultado, modelando de manera eficiente los valores predichos de muerte Tipo 1 y Tipo 2 para 2020 a 2023 frente a los obtenidos en el mismo periodo (Figura 14 y Figura 15). Entre las causas de este hecho se han sugerido el fortalecimiento de programas de salud materno-infantil como la Iniciativa Salud Mesoamérica (ISM), administrada por el Banco Interamericano de Desarrollo y financiada por la Fundación Carlos Slim y la Fundación Gates (García, 2025), la adaptación de servicios de salud durante la pandemia que permitió la continuidad en las consultas de atención a la salud en general y gineco-obstetra desarrollando protocolos específicos de atención a madres y recién nacidos en el contexto de la pandemia. Igualmente, la educación y concientización de la atención prenatal y medidas de prevención de riesgos perinatales facilitaron la adherencia terapéutica y la atención oportuna a complicaciones pre y neonatales (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, s.f.). Se redactó y difundió en el documento “Lineamiento para la prevención y mitigación de COVID-19 en la atención del embarazo, parto, puerperio y de la persona recién nacida” (Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva, 2020) para concientizar sobre la importancia de la atención a mujeres embarazadas e infantes recién nacidos. Adicionalmente, la instrumentación de la telemedicina para la consulta gineco-obstetra a distancia jugó un papel importante en la contención y prevención de muertes de recién nacidos (Monraz-Pérez et al., 2021).


Conclusiones
La tendencia a la baja mostrada en muerte materna y de recién nacidos ocurrida de 2012 a 2019 refleja una mejora progresiva en la atención materna y neonatal, en las políticas de salud pública al respecto y en la concientización de la población sobre la importancia de los cuidados de la mujer embarazada y el recién nacido. El cambio abrupto en dicha tendencia durante 2020 y 2021 en la muerte materna puede ser atribuida a la presión inédita que la pandemia por COVID-19 ejerció sobre los sistemas de salud, a nivel global y en México. Esto llevó la conversión de hospitales para la atención a los casos de infección por COVID-19, retrasos o cancelaciones de consultas prenatales por miedo al contagio y la saturación de hospitales durante los periodos más álgidos (i.e., olas) de esta pandemia. Sin embargo, para 2022, el número de casos de muerte materna comenzó a estabilizarse y a recobrar la tendencia previa a la pandemia. Lo anterior debido a la reactivación de los hospitales y las consultas de gineco-obstetricia, así como la telemedicina. Aunque a ritmo lento, la tendencia a la baja puede recuperarse para estos casos. No obstante, deben realizarse mayores esfuerzos a fin de alcanzar la meta de reducir la razón de muerte materna mundial a menos de 70 muertes por cada 100,000 nacidos vivos para el año 2030.
En cuanto a las muertes de recién nacidos, la cual se elevó ligeramente durante el periodo de la pandemia, ésta volvió a estabilizarse y mostrar una tendencia a la baja para 2023. Este efecto también puede ser entendido por la presión en los sistemas hospitalarios y la dificultad en la atención médica durante el periodo perinatal. Sin embargo, la contención y el no incremento radical en casos de muerte de recién nacidos demuestra la efectividad de las políticas públicas en materia de salud perinatal, además de la toma de conciencia de la población sobre los cuidados que deben tener la mujer embarazada y al producto en esta etapa.
Los modelos de series temporales son consistentes con los efectos benéficos de las intervenciones que a nivel gobierno se han realizado para paliar la muerte materna y de recién nacidos.
Pese a lo anterior, aún quedan áreas de oportunidades que deben ser atendidas. Entre ellas, este trabajo evidenció la mayor muerte materna en áreas urbanas frente a rurales, y la muerte materna pese a no existir complicaciones en el embarazo. Además, se identificaron las cinco principales causas de muerte. Este tipo de información puede ser utilizada para el diseño de estrategias que prevengan dichas condiciones y al mismo tiempo reduzcan la probabilidad de muerte. Las cinco causas más frecuentes de muerte infantil del Tipo 1 y Tipo 2 fueron también identificadas, por lo que acciones al respecto deben ser también realizadas.
Con los resultados obtenidos, es importante mantener y fortalecer estrategias como la telemedicina, campañas de concientización sobre cuidados gineco-obstetras, inversión en infraestructura hospitalaria y capacitación de atención a la salud en este aspecto, y sobre todo, garantizar el acceso a los servicios de salud de mujeres embarazadas en todas las regiones del país, incluyendo zonas marginadas y de difícil acceso.
Referencias
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